lunes, 18 de junio de 2018

La Ciudad del Sol




Un libro utópico de Tomás Campanella, que se titula La ciudad del Sol, y que traduce Emilio G. Estébanez (Mondadori, Madrid, 1988). Se lee en una tarde, dada su brevedad, y contiene risibles y abundantes extravagancias sobre una presunta ciudad ideal. Quizá debería mostrarme más mesurado y circunspecto, habida cuenta del prestigio que en ocasiones otorga el paso de los siglos, pero es lo que hay: este proyecto de Campanella sólo es una tontuna más, en el largo ciclo de tontunas dirigistas que ha salpicado la historia de la cultura. Me chocan todos estos intentos “intelectuales” por dibujar una sociedad perfecta, pues todos incurren en el mecanicismo (todo-siempre-igual), en el feroz ordenancismo libremente asumido, en la falta de excepciones, de albures y de voliciones, etc. Una chapucilla de laboratorio, vaya.
Campanella nos habla de una ciudad sin propiedad privada, con niños que van descalzos para fortalecerse, que se dedican a aprender todas las artes y oficios, donde los médicos dicen qué se debe comer, donde hasta la edad mínima para el sexo o la ingestión de vino está regulada, donde la guerra es terapéutica, donde no hay catarros ni flato (y está muy mal visto escupir) y donde se incinera todos los cuerpos para evitar idolatrías. O sea, un texto que resulta imposible leer hoy en día sin una risa de conmiseración, probablemente justa.
Queda interesante cuando dice que “quien sabe una sola ciencia, no sabe bien ni ésa ni las otras” y resulta una metáfora ordinaria cuando afirma que “el mar es el sudor de la tierra”.
Altamente prescindible.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Huy huy huy, lagarto lagarto, que a mí estas historias cada vez me recuerdan más a la realidad 🙂

Besitos 💋💋💋