lunes, 20 de noviembre de 2017

Literatura y generaciones



Recorro con pausa deleitada —qué gran estilista clarísimo su autor: transparente como un cristal, contundente como el martillo de Thor, luminoso como un halógeno en la noche— el bello libro Literatura y generaciones, del vallisoletano Julián Marías (Espasa-Calpe, Madrid, 1975). Leo en él con gusto y enriqueciéndome, aunque me irritan algunos detalles: que se obceque tanto con su rígida teoría generacional y que se autocite de forma tan constante. Yo no sé si ha caído en la cuenta de que proponer, sistemáticamente, una nueva generación cada 15 años es una bobada: no puede haber rigideces hablando de “arte” (voluble) y de “vidas humanas” (inestables). El tiempo de cocción de los garbanzos no depende sólo de éstos, sino del recipiente que los cobija, de la mayor o menor contundencia del fuego aplicado, y del tipo de agua en que éstos flotan. Creo que me explico. En cuanto a la autocita... ¿Qué cabe pensar de alguien que remite en un libro a otros ¡13! libros suyos? También se me antoja quebradiza la fuerza argumentativa de esta frase: “El drama pide su representación, como las almas desencarnadas claman por el cuerpo” (p.206). Nunca se ha escuchado pedir nada a un alma flotante, que yo sepa. Por lo demás, el libro es magnífico. Me encanta el giro irónico que crea Marías cuando dice que el ser humano se rige por la frase “Homo homini vulpes” (p.36), es decir, que utiliza la astucia picaresca del zorro, más que nada. Y me ha estremecido esa frase temblorosa que le susurró un ya ancianísimo Menéndez Pidal, al borde de entrar en la muerte: “¿Cree usted, Marías, que podré ver a los juglares?” (p.119). Y es muy cierta la frase de que aquello que nos rodea es el “mundo ambiente”, y no el “medio ambiente” (p.176): no somos libébulas ni cedros, sino seres histórico-sociales. Estoy muy satisfecho de haber leído esta obra. “La única manera de superar el pasado no es romper con él, sino subirse encima de sus hombros. No hay más modo humano de empezar que seguir”. “Con los jóvenes no se debe estar de acuerdo, sino en concordia”. “En la vida intelectual, al revés que en la vida civil, es el hijo quien reconoce al padre”. “La literatura no tiene escalafones, aunque ciertamente tiene jerarquías”. “Hasta los veinte años todo el mundo hace versos; después, los poetas y los indiscretos”. “(Ciertos autores) Se ahogan tan pronto como deja de hacérseles la respiración artificial; no viven en el mundo, sino en el pulmón de acero de la propaganda”.

2 comentarios:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Me he deleitado con ese final frase a frase, son fabulosas y algunas demoledoras pero claro, cuando se dicen verdades como puños, siempre hay quien se siente golpeado.
No lo tengo, creo, aunque entre tanta colección Austral llenando estanterías no me sorprendería encontrarlo...

Un beso, Profesor.

Juan Carlos dijo...

Hola, Rubén:
Llego hasta tu blog a través del de Yolanda T. Villar de "El gato trotero". Me ha llamado la atención que un blog -en este caso, el tuyo- reseñase una obra relativamente antigua dado que la blogosfera parece que arde por hablar no ya de lo reciente sino casi casi de lo que aún no ha aparecido; tal es su compromiso con editoriales y autores vivos, vamos, o sea, con el mercado. A mí Julián Marías siempre me ha llamado la atención por todo: su pensamiento filosófico, aunque sea algo más tomista de la cuenta; su relativa independencia política, aunque se iniciase en las filas de la Falange española; su independencia intelectual tan reivindicada -¡y hasta proseguida!- por su hijo Javier; etc. Por eso encontrarme con tu opinión sobre "Literatura y Generaciones" me ha encantado.
Veo que criticas en Marías su empeño por sifrar en 15 el período que separa una generación de otra. Estoy de acuerdo contigo en todo lo que dices; pero, como profesor de literatura que hasta bien hace poco he sido, reconozco en Julián Marías, cuyos libros de texto sobre filosofía en su día estudié, la buena intención del profesor que quiere dar mensajes claros a sus alumnos, los cuales mientras aprenden lo que desean son certezas; ya vendrá para más adelante la crítica como la que con criterio tú haces.
Y en cuanto a lo del autobombo, debía de ser costumbre habitual en el momento en que Marías estaba escribiendo sobre el asunto de las generaciones. Hay que tener en cuenta que si bien el libro que comentas es de 1975, sin embargo el asunto ya está delineado exactamente igual en "El método histórico de las generaciones" que publicó en la Revista de Occidente el año 1949. Y en ese momento o te autocitabas para que los pocos que tenían interé spor la cultura te leyesen y comprasen tus libros o simplemente te morías de asco y de pena.
Una reseña magnífica, Rubén. me quedo por tu blog y comienzo a seguirte.
Un abrazo