domingo, 1 de octubre de 2017

Dos cuarenta y nueve



Imaginemos a una locutora llamada Elisa Montes. Su vida personal no está resultando en los últimos tiempos precisamente fácil: su marido y ella han roto relaciones; su madre se encuentra en un centro asistencial, con una enfermedad degenerativa; tuvo la abandonar la emisora donde trabajaba antes, por un incidente más bien desagradable; etc. Ahora dirige y presenta un programa nocturno de radio llamado La sonrisa de la luna, donde los múltiples habitantes de la noche (los insomnes, los solitarios, los tristes) exponen casi en susurros sus lamentos y sus amarguras... Imaginemos ahora a un muchacho llamado Marcos Galván, que tampoco ha tenido un pasado sencillo: unos padres que nunca han respondido a sus expectativas; una conflictiva cosmología sexual; una lectura constante, turbia y más bien sesgada de la Biblia, que le hace imaginarse que alguien (obviamente, él) deberá convertirse en el redentor moral del mundo... Imaginemos por último a un inspector de policía llamado Alonso Marquina, igualmente perforado por mil zozobras: una esposa que canceló su vida con la ayuda de la farmacopea; una hija que lo culpó de aquel horror y que desde entonces ha procurado amargarle al máximo para que jamás olvide sus tribulaciones; un compañero que, tras salvarlo en una situación comprometida, abusa de él como cobro por el favor...
Estos tres personajes se verán unidos gracias a un teléfono: el que utiliza Marcos Galván para llamar al programa de Elisa Montes y anunciarle, con un lenguaje apocalíptico, sereno, impasible, irónico e inquietante, que los inmundos han de ser flagelados, los pecadores destruidos y la mala simiente extraída de la faz de la Tierra. O dicho de un modo más sencillo: que comienza su cruzada contra el mal, de la que irá dándole anticipos en forma de llamadas telefónicas. Uno a uno aniquilará a los que quebranten la ley de Dios, de las formas más diversas: utilizando el fuego, el metal del cuchillo, el cojín que corta la respiración... Ningún obstáculo lo detendrá en este torbellino higiénico, que muy pronto se hará popular en los medios de comunicación de todo el país.

No contaré nada más del argumento, ni de su desarrollo, ni del final de la obra. No explicaré de qué truculentos medios se vale Marcos Galván para ejecutar sus atroces crímenes. No detallaré sus anonadantes y turbadoras experiencias sexuales. No desvelaré qué vínculos de recelo, amor y odio unen durante la obra a todos los protagonistas. Les dejo ese placer a ustedes.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Dices Elisa Montes y claro, yo pienso en la madre de Bea y Tito de Verano azul...😹
Me gusta la trama, mucho, pero mucho.

Besos 💋💋💋