viernes, 8 de septiembre de 2017

Manual de herejías



Asombrado por la cantidad de sandeces que la historia de las religiones nos ha deparado, termino el Manual de herejías, de H. Masson, traducido por José Mª León (Rialp, Madrid, 1989). En realidad, todas las sutilezas de orden teológico que se comentan y diseccionan en el volumen me parecen (siempre me han parecido) pavadas. ¿Quién puede saber la verdad, en relación con Dios (si es que existe)? 
Me han hecho gracia, eso sí, algunas de las propuestas, por lo chocante o disparatado de su fundamento. Los abecedarianos (siglo XVI) consideran inútiles todos los saberes humanos, y creen que incluso el conocimiento del alfabeto es despreciable y superfluo. Los acuarianos (siglo II) creen que el vino es nefasto para el hombre, y por eso utilizan agua en la ceremonia de la eucaristía. Los amsdorfianos (siglo XVI) creían que las buenas obras no sólo eran inútiles para el ser humano sino, incluso, perniciosas para la salvación de su alma. Los andronicianos (siglo II) creían que la mitad superior del cuerpo de las mujeres era obra de Dios, y la inferior obra del demonio. Los mennonitas (siglo XVI) consideraban como algo inicuo que se sirviese al Estado como funcionario. Los valesianos (primeros siglos de la Iglesia) creían que la castración (rito que practicaban) ponía al hombre a resguardo de sus propias inclinaciones perversas. Los Viejos Creyentes (llamados también Cisma Raskol) prohibían el tabaco —lo llamaban “la hierba del diablo”— y rehusaban afeitarse, para no alterar la imagen que Dios les había concedido.

¿Será necesario seguir? Un libro curioso, ameno y descacharrante sobre el nivel de estupidez que es capaz de alcanzar el ser humano cuando se empecina en convertir una tontería en designio divino. Si olvidamos los millones de crímenes que se cometieron en nombre de estas ideas queda hasta gracioso.

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