sábado, 19 de agosto de 2017

Las máscaras del héroe



Novela larga, juvenil y perfecta, que leí y reseñé en la prensa murciana allá por septiembre de 1996: Las máscaras del héroe, de Juan Manuel de Prada (Valdemar, Madrid, 1996). La releo ahora con más reposo, pero con el mismo deslumbramiento estilístico que entonces. En ella, Fernando Navales nos cuenta las peripecias reales o inventadas de Pedro Luis de Gálvez, poeta olvidado del primer tercio de nuestro siglo, que recayó desde la niñez difícil y la juventud bohemia hasta la infamia y el crimen. Con un estilo brillante, sinuoso de metáforas, imaginativo y fértil, Juan Manuel de Prada se adentraba por los vericuetos de la novela con un increíble primer paso, de extraña e incontestable perfección. Además, y por si todo lo ya expuesto no se antojara suficiente, la amenidad preside sus líneas cuando nos habla de las correrías nocturnas de aquellos vividores que poblaron el Madrid de los años veinte y treinta; del asesinato de Canalejas (en el que Gálvez actuó como cómplice, según Prada, y teniendo a Ramón Gómez de la Serna como encubridor ignorante del asesino); del intento de desvirgar a Jorge Luis Borges en un prostíbulo (Navales es quien, según propia confesión, llega a abrirle la bragueta); de un concurso de pedos en la célebre Residencia de Estudiantes; del saqueo nocturno de un camposanto; del nacimiento de la Falange; de un atentado frustrado contra José Antonio Primo de Rivera; etc.
Otro detalle que llama la atención es la advertencia final de Prada, en el sentido de que los personajes del volumen, aun los históricos, han sido tratados con perfecta creatividad literaria. Me gusta que estas frases figuren al final del tomo, y no al principio: le añade verosimilitud, porque nos “desengaña” cuando ya hemos salido de la historia, y no a priori.

“Con demasiada frecuencia, la verdad sólo encubre la falta de imaginación”. “Mejorar la vida de la Humanidad no es obra de una generación, sino de muchas y de muchos esfuerzos”. “El escritor de raza se distingue del diletante por su instinto asesino, lo cual no quiere decir que escriba mejor o peor”. “La pornografía es otra forma de la taxidermia”. “Los espejos no reflejan la realidad, sino que la anticipan”. “Para ser un humorista cabal, hay que padecer algún desarreglo gástrico”. “Un escritor se fortalece perseverando en sus errores”. “Nada tan socorrido como atribuir las calamidades de la patria a un gobernante extinto”. “El remordimiento es una especie de cobardía retrospectiva”

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