miércoles, 28 de junio de 2017

Obra poética completa



Aconsejado por mi amigo Pascual García, cometí durante el año 1993 un leve pecadillo de rebelión, y devoré la Obra poética completa, de C.P. Cavafis, en la bella edición bilingüe de Alfonso Silván Rodríguez (Ediciones La Palma, Madrid, 1991), que ahora releo. Y digo que incurrí en una “rebelión” porque durante aquel año yo estaba cumpliendo mi servicio militar en Lorca (Murcia) y me propuse no frecuentar más que libros escritos por mujeres, para compensar el exceso de testiculina que dominaba en el mundo castrense.
Los poemas de Cavafis me parecieron, en líneas generales, fascinantes. Creo que algunos (leídos ahora con más edad y con menos arrebato) no llegan a una gran altura lírica, pero la mayor parte de ellos sí, con lo que el tomo constituye una delicia para la sensibilidad del lector.
Podría referirme a la exquisitez de su música, a la elegancia de sus referencias culturales, al ritmo tenue de sus versos, a la justeza de sus vocablos, pero me guardaré de reducirlo a fórmulas filológicas o críticas y dejaré que sus palabras lleguen directamente hasta los ojos de quien ojee esta reseña. Si le gustan, no me queda más que invitar a la lectura completa del volumen.
(Nota bene: con el fin de evitar que esta página se llene de barras diagonales, lo que haré será copiar los versos como si fueras prosa. Perdóname, Constantino).

“Dijiste: “Iré a otra tierra, iré a otra mar. Otra ciudad habrá de hallarse mejor que ésta. A cada esfuerzo mío, una condena escrita queda; y mi corazón está, como un muerto, enterrado. Mi mente hasta cuándo va a quedarse en esta consunción. Doquiera vuelva mis ojos, mire a donde mire los escombros de mi vida veo aquí, donde tantos años pasé y arruiné y destruí”. Nuevos parajes no hallarás, no hallarás otros mares. La ciudad irá tras ti. Por las calles vagarás, por las mismas. Y en los mismos barrios envejecerás; y en estas mismas casas irás empalideciéndote. Siempre arribarás a esta ciudad. A otra parte —no esperes— no hay barco para ti, no hay camino. Así como tu vida la arruinaste aquí en este rincón reducido, en toda la tierra la destruiste” (La ciudad). “Teme ¡oh alma! la grandeza” (Idus de marzo). “Tu suerte que se rinde ya, tus obras que fracasaron, los planes de tu vida que resultaron extravíos...” (El dios abandona a Antonio). “A un día monótono otro día monótono, idéntico le sucede. Ocurrirán las mismas cosas, de nuevo volverán a ocurrir, los momentos parecidos nos encuentran y nos dejan. Un mes pasa y trae otro mes. Lo que se acerca puede fácilmente presumirse; es lo de ayer, aquello tan tedioso. Y en eso acaba ya el mañana, como si no pareciera un mañana” (Monotonía). “Siempre en tu mente ten Ítaca. La llegada allí es tu destino. Pero no apresures en nada el viaje. Mejor que por muchos años se prolongue; y, ya viejo, ancles en la isla rico con cuanto ganaste en el camino, sin esperar que te dé riquezas Ítaca” (Ítaca). “No quiero volverme para no ver y horrorizarme” (Velas). “Cuando llega la felicidad produce menos contento del que uno esperaba” (Cuando el centinela vio la luz). “Imprescindible, y único, y grande, siempre se encuentra inmediatamente algún otro” (Cuando el centinela vio la luz). “No se mitiga la desgracia por mucho que la hablemos. Pero hay dolores que no se quedan tranquilos en el corazón. Sedientos están de salir por desfogar la queja” (Un amor).

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Leímos los mismos libros, y en las mismas ediciones casi al mismo tiempo...vaya, vaya, caminos paralelos.
A mi no me lo recomendó un amigo, me lo restregó por la cara un cultureta de medio pelo que me tachó de niñata pija. Pobret, no entendió a Cavafis, no es para payasos...

Un besito.