Aconsejado por mi amigo Pascual García, cometí
durante el año 1993 un leve pecadillo de rebelión, y devoré la Obra poética completa, de C.P. Cavafis, en
la bella edición bilingüe de Alfonso Silván Rodríguez (Ediciones La Palma , Madrid, 1991), que
ahora releo. Y digo que incurrí en una “rebelión” porque durante aquel año yo
estaba cumpliendo mi servicio militar en Lorca (Murcia) y me propuse no
frecuentar más que libros escritos por mujeres, para compensar el exceso de
testiculina que dominaba en el mundo castrense.
Los poemas de Cavafis me parecieron, en líneas
generales, fascinantes. Creo que algunos (leídos ahora con más edad y con menos
arrebato) no llegan a una gran altura lírica, pero la mayor parte de ellos sí,
con lo que el tomo constituye una delicia para la sensibilidad del lector.
Podría referirme a la exquisitez de su música, a la
elegancia de sus referencias culturales, al ritmo tenue de sus versos, a la
justeza de sus vocablos, pero me guardaré de reducirlo a fórmulas filológicas o
críticas y dejaré que sus palabras lleguen directamente hasta los ojos de quien
ojee esta reseña. Si le gustan, no me queda más que invitar a la lectura
completa del volumen.
(Nota bene: con el fin de evitar que esta página se
llene de barras diagonales, lo que haré será copiar los versos como si fueras
prosa. Perdóname, Constantino).
“Dijiste: “Iré a otra tierra, iré a otra mar. Otra
ciudad habrá de hallarse mejor que ésta. A cada esfuerzo mío, una condena
escrita queda; y mi corazón está, como un muerto, enterrado. Mi mente hasta
cuándo va a quedarse en esta consunción. Doquiera vuelva mis ojos, mire a donde
mire los escombros de mi vida veo aquí, donde tantos años pasé y arruiné y
destruí”. Nuevos parajes no hallarás, no hallarás otros mares. La ciudad irá
tras ti. Por las calles vagarás, por las mismas. Y en los mismos barrios
envejecerás; y en estas mismas casas irás empalideciéndote. Siempre arribarás a
esta ciudad. A otra parte —no esperes— no hay barco para ti, no hay camino. Así
como tu vida la arruinaste aquí en este rincón reducido, en toda la tierra la
destruiste” (La ciudad). “Teme ¡oh
alma! la grandeza” (Idus de marzo).
“Tu suerte que se rinde ya, tus obras que fracasaron, los planes de tu vida que
resultaron extravíos...” (El dios
abandona a Antonio). “A un día monótono otro día monótono, idéntico le
sucede. Ocurrirán las mismas cosas, de nuevo volverán a ocurrir, los momentos
parecidos nos encuentran y nos dejan. Un mes pasa y trae otro mes. Lo que se
acerca puede fácilmente presumirse; es lo de ayer, aquello tan tedioso. Y en
eso acaba ya el mañana, como si no pareciera un mañana” (Monotonía). “Siempre en tu mente ten Ítaca. La llegada allí es tu
destino. Pero no apresures en nada el viaje. Mejor que por muchos años se
prolongue; y, ya viejo, ancles en la isla rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que te dé riquezas Ítaca” (Ítaca).
“No quiero volverme para no ver y horrorizarme” (Velas). “Cuando llega la felicidad produce menos contento del que
uno esperaba” (Cuando el centinela vio
la luz). “Imprescindible, y único, y grande, siempre se encuentra
inmediatamente algún otro” (Cuando el
centinela vio la luz). “No se mitiga la desgracia por mucho que la
hablemos. Pero hay dolores que no se quedan tranquilos en el corazón. Sedientos
están de salir por desfogar la queja” (Un
amor).
1 comentario:
Leímos los mismos libros, y en las mismas ediciones casi al mismo tiempo...vaya, vaya, caminos paralelos.
A mi no me lo recomendó un amigo, me lo restregó por la cara un cultureta de medio pelo que me tachó de niñata pija. Pobret, no entendió a Cavafis, no es para payasos...
Un besito.
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