Vuelvo a Umbral, con su tomo La belleza convulsa, que me fascina desde el punto de vista verbal,
como casi todo lo suyo. Umbral podía contar lo que le diese la gana: cosas
sobre España, sobre su peluquera, sobre sus gatos, sobre su modo de orinar,
sobre sus filias y fobias, sobre sus gustos gastronómicos o sexuales, sobre sus
vecinos, sobre lo que fuera. Y siempre lo hacía con suprema elegancia
estilística. ¿De quién más podríamos decir lo mismo?
Lógicamente, no hay argumento, porque el argumento
es la pura divagación; su sintaxis es el fluir; su resumen, imposible; sus
personajes, las palabras. Umbral buceando por el idioma. Podemos sentirnos
cercanos a él o mostrarnos reacios a sus ideas. Pero el estilo lo salva, de
principio a fin. Y ha quedado.
“Mi escritura cada vez se parece más a mi
escritura, que, a su vez, cada día se parece más a mí. ¿Es eso un estilo?
Sería, más bien, el momento de dejar de escribir. Y, sin embargo, comienzo un
nuevo libro”. “La genialidad es tan difícil de aislar como la tontería”. “Esa
lucha grecorromana que es el sexo”. “Cada mujer es la puerta jónica de una vida
que hubiéramos podido vivir”. “Metáfora no es equivalencia entre dos cosas: el
momento metafórico es, exactamente, ese momento en que una cosa quiere ser otra
y comienza a serlo”. “La
Historia , que es el parte clínico de la irracionalidad de los
hombres”. “Y lo que a uno más le atrae, desde hace tiempo, es la desaparición:
la cama, el agua y, quizá, la escritura. Tres formas de desaparición vicaria”.
“La muerte no es un disparo de la luz ni una mano agónica en la noche. La
muerte se va instalando en nosotros, haciendo nido, nidos, como las gaviotas en
un farallón marino (...). La muerte, sí, va haciendo hospedaje en nosotros.
Acabaremos por dejarle la casa entera”. “Duplico mi juventud habiendo
madrugado”. “Los tópicos son verdades mineralizadas por los imbéciles”. “La amo
con locura porque es lo igual entre lo igual, que ha dado, sólo para mí, su
diferencia”. “¿Pero de qué redil soy yo, de qué rebaño? Jamás lo he sabido y me
moriré sin saberlo”. “Una biblioteca, por muy numerosa que sea y por mucho que
la frecuentemos, acaba convirtiéndose en una tapia de ladrillo”. “Nuestra vida
cabe en siete folios. Hacer de esos siete folios siete mil, como Proust, es la
gran proeza literaria, no igualada por nadie en el tiempo ni el espacio”. “Lo
malo del tiempo no es que pese, sino que pesa inútilmente. Por eso resultan
tediosos los predicadores cotidianos de su experiencia. Somos intransferibles”.
“El presente es tozudo. El presente está ahí, aquí, como en la primera semana
de la creación del mundo, es belleza convulsa que no sabemos si se consolida o
se disipa”. “Qué cansancio y, sobre todo, qué ahogo en gris, el ángel
cotidiano”. “Los escritores del sentido común, de la sintaxis previsible, me
abruman con sus libros y escritos. Quiero alguien que me haga de puerta para
pasar a lo imprevisible. Sólo vale la pena hablar de lo que no se entiende,
escribir de lo que está más allá de la escritura”. “La sensatez es la forma más
peligrosa de la arterioesclerosis”. “Sólo acepto la literatura como literatura.
No rebajada a ciencia”. “El amor es sólo la intención de capturar una
palpitación del doble pecho, que sigue palpitando para nada”. “Sin la música,
habríamos escuchado el silencio soberano del Universo. Por culpa de la música
escuchamos a Scarlatti. Hay que joderse”. “La música es una monstruosa
aberración que llena de ruido el silencio sagrado de las elipses cósmicas”. “La
ciudad, cuyo idioma es el ruido”. “Esa siesta de piedra que es la muerte”.
1 comentario:
Dicen que cuando uno llega a cierta edad se ha ganado, sin derecho a reproche, decir lo que le venga en gana. Algo así pasa con Umbral, se ha ganado a pulso escribir lo que le venga en gana porque cuente lo que cuente nunca ofende, y eso es mérito suyo.
Un beso, gran libro y buena reseña!
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