lunes, 19 de diciembre de 2016

Voces para un tímpano muerto



Reconozco abiertamente que cada vez que el granadino Miguel Ángel Zapata ofrece al público una nueva obra me abalanzo como un loco a hacerme con ella, porque sé que no habré de salir defraudado de su lectura. Desde que, en los primeros meses de 2009, abrí las páginas de Baúl de prodigios he intentado que ninguna de sus producciones se me escapase; y por eso no he tardado prácticamente nada en devorar los asombrosos relatos que nos propone en el volumen Voces para un tímpano muerto, recientemente editado por el sello Talentura.
En sus hojas nos espera un alboroto de anomalías, de atrocidades, de buceos oníricos, de secuencias surrealistas, que conforman un vademécum de pesadillas o delirios ante el que resulta imposible mantenerse frío. Allí se nos habla, con prosa apolínea e imágenes dionisíacas, de murallas construidas con bebés recién nacidos, para contener el impulso apocalíptico de una riada; de mujeres que se arrancan los ojos y hombres que hacen lo mismo con sus dientes, para ofrecerlos como prueba de amor; de chicas agredidas por varones violentos; de madres que, tras morir su bebé, se embarcan en un proceso regresivo de asombrosas dimensiones; de la indestructible fe enamorada de quien no se resigna al fallecimiento de su pareja; del enigmático cuarto oscuro de una casa, en el que se producen inesperadas mutaciones; de ancianas que plantan penes en las macetas de su alféizar; o, en fin, de viviendas que cuelgan sobre el abismo y cuya estabilidad sólo se ve vulnerada por una fiebre erótica incontenible.
Durante la lectura de este catálogo de narraciones, perturbado y perturbador, recordé varias veces las palabras que Camilo José Cela colocó al inicio de su Oficio de tinieblas 5, cuando afirmaba que lo que venía después no era propiamente una novela, sino la purga de su corazón. No me parece arriesgado suponer que el narrador granadino se guía por luces similares a la hora de concebir las historias de este tomo, que quizá cumplan una labor de ascesis, de psicoanálisis o de exorcismo.

En todo caso, creo que su maestría literaria no se puede, hoy por hoy, discutir. Miguel Ángel Zapata maneja un lenguaje tan preciso, unos recursos retóricos tan contundentes y una capacidad de seducción tan contrastada que constituye casi un pecado no aproximarse a sus libros y dejarse mecer por la magia de sus propuestas y por la musicalidad de su prosa. Si desean regalar un buen libro estas Navidades les sugiero que consideren esta opción. Quien lo reciba se lo agradecerá.

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