domingo, 11 de diciembre de 2016

El legado de Catar



Unos arqueólogos descubren, en la isla escocesa de Iona, un enigmático códice del siglo IX. Se trata de un volumen donde un fraile llamado Broichàn anota con todo lujo de detalles las visiones que ha tenido sobre el futuro de la Humanidad. Vaticinios proféticos que, para sorpresa de las personas que leen el tomo, se están cumpliendo escrupulosamente: la revolución rusa, la guerra de los Balcanes, el conflicto del Golfo... Todo está visto y descrito con precisión por aquel misterioso monje que redactó la obra en el año 806. No hay fraude posible. Son profecías auténticas. Y se están cumpliendo. De ahí a pensar que los restantes pronósticos seguirán cumpliéndose hasta el año 2187 (fecha en que termina el volumen) hay un simple paso, que lleva a muchas personas e instituciones a interesarse por conseguir la obra: de un lado, un hombre llamado Raimon Trencavel, que procede de una antigua familia cátara exterminada por la iglesia católica hace siglos y que intuye que podrá utilizar estas páginas contra el Vaticano; de otro, el cardenal Pamfili y el millonario Cassidy, que quieren hacerse con las singulares profecías antes de que caigan en las manos equivocadas.
Añadan a esta historia la presencia de una bella profesora de la universidad de Oxford (Kathleen Phillips), la figura intrépida de un piloto con graves problemas sentimentales (Jaime Cameron), un antiguo coronel que sobrevive como mercenario a las órdenes de quien mejor pague por sus servicios (De Jager), constantes peligros, persecuciones por tierra, mar y aire, exhibición de armas modernísimas, castillos asaltados con nocturnidad, lanchas zodiac, helicópteros, asesinatos implacables, antiguos secretos que conviene seguir manteniendo ocultos, amenazas mafiosas, amores inesperados, la muerte de varios protagonistas... y obtendrán la novela El legado de Catar, de Richard Child, traducido para la editorial ViaMagna por Nuria Artigas Bellsolell, quien realiza una labor muy notable salvo cuando confunde (en las páginas 122 y 333) los verbos “espirar” y “expirar”.

Recomendable para pasar el rato, sin mayores pretensiones estilísticas.

No hay comentarios: