domingo, 18 de septiembre de 2016

No habrá Dios cuando despertemos



Victorio y Amanda se encuentran en un Aeropuerto, rodeados de otras muchas personas. Pero los lectores que hemos decidido sumergirnos en esta obra de Ricardo Vigueras (ganadora del VIII Premio Tristana de novela fantástica y editada por Menoscuarto) descubrimos pronto que algo raro sucede allí. En primer lugar, se nos habla de un Aeropuerto, con mayúscula; más tarde, se nos aclara que todos sus usuarios llevan tatuada en su muñeca una clave alfanumérica y que, a diario, se celebra un sorteo para elegir a una sola persona, que tendrá la suerte de embarcar en el vuelo que lo saque de aquel espacio claustrofóbico. Por fin, en la página 27, se nos aclara aún más la situación: el Aeropuerto “es una región a donde vamos a parar las almas que abandonamos la vida con muerte violenta”.
Preparado el marco narrativo y seducidos por su extrañeza, los lectores somos invitados a acompañar a los dos protagonistas, que han sido señalados por el Destino, en su largo y accidentado viaje hasta la Terminal V, donde les espera el avión que los sacará de aquella “babel de idiomas antiguos y modernos” (p.62), donde deberán mantener diálogos desquiciados con algunos funcionarios, enfrentarse a demonios de repulsiva textura (como Bástiabas) y sufrir, minuto a minuto, con la posibilidad de perder el vuelo, lo que eliminaría de raíz toda esperanza.
Victorio (que fue un maestro de escuela español fusilado el día antes de su boda, en 1936) y Amanda (que sufrió una muerte de lo más infame y sangrienta, a manos de varios energúmenos) conseguirán por fin acceder hasta la Terminal V cuando apenas faltaban unos minutos para el despegue de su avión, pero aún les espera una sorpresa... Y también les espera otra, mucho más aparatosa todavía, a los lectores del tomo, porque el murciano Ricardo Vigueras (que actualmente trabaja como profesor de mitología clásica y latín en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, en México) se ha reservado para el cierre la última magia, el último efecto sorpresa.

Con secuencias de humor y de amor, con páginas de asco y de fantasía, con diálogos muy bien construidos y, sobre todo, con un desarrollo elegante y serio, No habrá Dios cuando despertemos es una novela de lectura placentera y aroma sartreano que, en muchos casos, nos obliga a pensar. Otro acierto editorial para aplaudir al sello palentino.

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