miércoles, 24 de agosto de 2016

Versos con Hélade y lujuria



Juan Francisco Vivo es un poeta que siempre ha demostrado una fascinante capacidad para llenar sus páginas con las metáforas más intrépidas, con las analogías más inesperadas, con las más intensas emociones. Lo dejó patente en Piel de tramontana (2001), lo ratificó en Que... (con la que obtuvo el I premio de poesía Gregorio Parra y que fue publicada en 2003) y lo llevó hasta la excelencia en La blancura de Sherezade (2004). Después de esa época editorial efervescente vino un período de pausa, en el que no cesó de escribir ni de ser valorado en concursos relevantes (ha sido hasta tres veces finalista en el certamen Dionisia García, que convoca la universidad de Murcia). Y ahora, por fin, para deleite de quienes siempre lo hemos leído con asombro y con admiración, salen a la luz estos Versos con Hélade y lujuria.
El volumen está integrado por tres secciones, datadas minuciosamente por el poeta: “La blancura de Sherezade” (2004), “El reino de las vejaciones” (2005) y “Versos con Hélade y lujuria” (2006). En ellas sus líneas se encienden de lirismo y de indignación, de osadías y de lágrimas, de cotidianidad y de magia, porque quien tiene la mirada de un poeta auténtico (y el pleguero sin duda pertenece a esa reducida nómina) puede alzarse hasta el cielo y descender hasta el infierno con la misma elegancia, con el mismo desgarro, con la misma fuerza verbal. Así, los versos de Juan Francisco Vivo nos llevarán por jardines, por estaciones de autobuses, por balcones besados por el sol, por socavones para caer de bruces, por casas de lenocinio o por parques de atracciones donde muere una niña. Y sus líneas, siempre brillantemente inesperadas, están salpicadas de pañuelos, teléfonos móviles, miel ceñida, nenúfares, lluvias, trenes de alta velocidad, violines y dinosaurios.
Es muy difícil de explicar, pero muy fácil de advertir leyendo estas páginas, deliciosamente ilustradas por Juan José Ayllón: a Juan Francisco Vivo Díaz se le desborda la poesía por los poros, se le sale por los ojos, por la boca, por las manos, como si ni siquiera él tuviera la capacidad para frenarla o ponerle cauces. Por momentos, parece casi una fuerza de la naturaleza: un huracán, un tsunami, un seísmo. Los versos que va escribiendo burbujean, brillan, laten. A ese prodigio lo ha llamado Versos con Hélade y lujuria. Es hora de disfrutarlo.

No hay comentarios: