martes, 30 de agosto de 2016

La familia Wittgenstein



La inmensa mayoría de las personas que conocen el apellido Wittgenstein lo asocian de forma unívoca con el famoso filófoso que escribió el Tractatus, pero ignoran que los demás miembros de su familia eran tan peculiares (y en algún sentido tan brillantes) como él. Es lo que pone de manifiesto este apabullante y documentadísimo volumen de Alexander Waugh, que traduce Gerardo Páez para el sello Lumen.
Nos enteramos en estas páginas de hermanos que se suicidan con cianuro por no poder afrontar su homosexualidad; de hermanas con terror al sexo; de una devoción absoluta por músicos como Franz Schubert o Felix Mendelssohn; de pactos con los nazis (que incluían aportaciones económicas muy notables) para que la familia no fuera molestada en exceso; de Paul Wittgenstein, que pese a haber perdido la mano derecha durante la Primera Guerra Mundial, siguió tocando el piano con la izquierda y dando conciertos; de Josef Labor, un compositor casi enano que perdió la vista a los 3 años por culpa de la viruela y que era adorado por toda la familia; etc.
Pero a mí la parte que más me ha interesado del tomo, singular y brillante de principio a fin, es la que se ocupa de Ludwig Wittgenstein (al que llamaban de modo cariñoso Lucki): sus complicadas relaciones con Bertrand Russell (al que sigue y con el que charla durante horas; del que después se distancia por culpa del Tractatus); el dinero que recibió como herencia a la muerte de su padre y que donó en buena medida a artistas como Rainer Maria Rilke; la propuesta de matrimonio que le deslizó a la suiza Marguerite Respinger, y que ésta rechazó por no estar de acuerdo con la condición de que nunca mantendrían relaciones sexuales; de su amor por David Pinsent (un estudiante de matemáticas en el Trinity College que murió en un accidente aéreo en Francia en 1918) o por Francis Skinner; de su trabajo como ayudante de jardinería en un monasterio de Klosterneuberg (donde intentó que nadie descubriera que era un filósofo de fama continental); de la cabaña donde se instaló en 1913, situado en un fiordo noruego enclavado al norte de Bergen, donde podía pensar en soledad; etc.

Un libro enriquecedor y fascinante que se lee, en muchos tramos, como una auténtica novela, pero que jamás pierde el rigor de una biografía sublime.

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