martes, 19 de enero de 2016

La escalera oscura



Acaba de pasar por mis manos y por mis ojos un libro de relatos de Alejandro Melero, que publica el sello madrileño Stonewall con el nombre de La escalera oscura. Sin duda, un volumen hermoso, donde el autor (que es además profesor, ensayista y dramaturgo) consigue edificar unas propuestas realmente firmes y seductoras, en las que el amor, la decepción, la pasión y la amargura se combinan de modo eficaz.
Situados en ambientaciones muy distintas (un pequeño pueblecito de mentalidad cerrada, una hospedería, un despacho profesional, el camerino de un viejo actor, un recinto hospitalario), los personajes que burbujean por estas páginas van desnudando sus tristezas y mostrándonos sus heridas para que comprendamos el aciago camino que han tenido que recorrer para llegar hasta donde están, y para que nos sintamos más próximos a su dolor, a la condición quebradiza de sus lágrimas, al valor enérgico de su entereza: el muchacho que tiene que sufrir que el amor de su vida esté preparando la boda con una chica (“Habla Miguel”); el niño que se muerde los labios para no reconocer en público que ama a un compañero de clase (“La escalera oscura”); el joven que comienza una relación epistolar con el madrileño Bruno, y que viaja hasta la capital para disfrutar un primer encuentro erótico con él (“La piedad”); la tensa entrevista de trabajo que mantienen dos antiguos amigos de infancia, separados ahora por un durísimo trance que se gestó en la niñez y que aún extiende sus tentáculos de acíbar (“La prueba”); la experiencia sexual que vive el joven e inseguro Rubén con el anciano Vicente, un actor  que comienza a tener problemas de memoria (“Espejo de luces tenues”); la penosa situación que vive una mujer, conectada a una máquina en un hospital y que depende de la voluntad de su marido (“Las decisiones difíciles”); o aventuras más sinuosas y arriesgadas desde el punto de vista tipográfico y emocional (“Último y penúltimo deseo de la niña Carmela”).

Dentro de los libros de temática homosexual hay, como en los libros de temática heterosexual, dos subgrupos: los buenos y los malos. Éste de Alejandro Melero es bueno. Inequívocamente bueno. Búsquenlo en su librería.

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