martes, 23 de junio de 2015

Ejercicios negativos



Leer y entender a Emil Cioran siempre es un problema. Imagino que leer y entender a cualquier filósofo auténtico siempre lo es. Y escribir sobre lo leído, doble problema, porque notas el impulso de glosar sus argumentos, de explicarlos, de traducirlos a un léxico que no es el suyo y, por tanto, calibras la posibilidad de falsear sus ideas. La sensación que siempre me provoca Cioran es espesa, y mezcla unas nociones contradictorias o difícilmente sumables: lucidez, fiereza, nihilismo, insobornabilidad, amplitud, amargura, extremismo… Parece que se hubiera empeñado en desollarse a sí mismo y en abrir los ojos hasta unos límites inhumanos, para ver más allá. Siempre más allá. Más lejos y más hondo. Sin muletas, sin disfraces, sin subterfugios, sin resignaciones, sin misericordia. Es el suyo un escalpelo terrible, que acongoja por su imperturbabilidad. A partir de ahí, ponerle etiquetas es tan tentador como falso. No las admite. Ninguna lo traduce de forma completa o adecuada. Acabas sus textos y notas el acíbar en la garganta o en la boca del estómago. Y sientes que lo has entendido, aunque no en todas las ocasiones compartas sus análisis y aunque seas incapaz de verbalizar tus razones a favor o en contra. Cioran edifica y clausura su universo. Tú eres un invitado que contempla y traga saliva, leyendo sus frases.
En este volumen me ha llamado la atención, además, el modo duro y certero que despliega para acercarse a la figura de Jean-Paul Sartre, al que crucifica con una definición marmórea: “Ningún problema se le resiste, ningún fenómeno le es ajeno, ninguna tentación le deja indiferente: todo lo parece digno de ser abordado y vencido, desde la metafísica al cine. Es un empresario de la filosofía, de la literatura, de la política; su éxito sólo tiene una explicación y un secreto: la falta de emoción”.

Pero dejemos que sea Cioran quien se explique a sí mismo, con sus filigranas, sus paradojas y sus frases de amarga brillantez: “ No es tarea ardua estar loco: basta con una adhesión total a cualquier cosa” / “Tener una fe –cualquiera– es matar el conocimiento” / Sólo debemos sostener una opinión si no nos queda más remedio” / “El heroísmo sólo es desesperación que acaba en monumento público” / “Cuando asistimos, llegada la hora de las confesiones, a la de un amigo o cualquier otro desconocido, la revelación de sus secretos nos llena de estupor. ¿Debemos considerar sus tormentos drama o farsa? Depende únicamente de la benevolencia o la exasperación de nuestra fatiga” / “Jesús ha sido la víctima más vengada de todas las que conoce la historia” / “La hazaña más osada y la menos previsible del espíritu liberado de todo es su posición vertical, cuando el amasijo de incertidumbre con el que carga su osamenta debería llevarlo a soñar con todas las camas y todas las tumbas. Cuando todo invita a la caída, perseverar sobre dos piernas, obstinarse en la postura ordinaria, implica un esfuerzo que va más allá del heroísmo” / “Somos demasiado pequeños para nuestras llamas; no tenemos materia suficiente para nuestro infierno” / “Sólo Dios y el gusano tienen una posición clara: uno crea y el otro devora la creación. Escindidos entre ambos, carecemos de misión definida” / “Somos cadáveres que no quieren morir” / “Al hombre sólo le queda la necesidad de aniquilarse entre sollozos, de revolcarse en ellos presa de una demencia consciente y destructora” / “Ya no me queda fuerza para coaligarme con la vida contra la muerte” / “El aire ya no se renueva: ha pasado por todos los pulmones, ha quedado infectado para siempre por el tiempo, apesta a criatura” / “El mundo sólo es un subproducto de nuestra tristeza” / “Respecto a los demás, sólo me reconozco el deber de ironía. La soledad comienza con el desprecio y termina con la indiferencia” / “Nos vemos obligados a perseverar en la respiración, a sentir el aire quemar nuestros labios, a acumular pesares en el corazón de una realidad que no hemos deseado”.

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