domingo, 17 de mayo de 2015

Click



Esta novela que publicó la editorial Candaya y que hoy recupero para el Librario (Click) fue redactada por el narrador murciano Javier Moreno. Su protagonista es un curioso personaje llamado Quisque Serezádez, náufrago vital y auténtico electroimán metafísico que, en la línea de un Horacio Oliveira cortazariano, circula por la existencia como lo haría un electrón obediente a las leyes de la física cuántica: girando, aproximándose a sus semejantes, rechazándolos, manteniendo siempre posturas estroboscópicas. Ónfalos de un mundo vertiginoso, Quisque guardará un equilibrio dinámico entre su jefe Acisclo (que dirige la estrafalaria revista “Zienzia”) y varias mujeres trascendentes: desde aquella Mercedes infantil que lo perturbó hasta las actuales Inga (modelo, casada con un hombre que viaja mucho), Sónica (una desgarrada periodista que murió en el Congo porque se negó a ponerse un antiestético chaleco antibalas), Mymmi Ladoncella (una peculiar actriz porno que no acepta la penetración vaginal pero que repleta sus horas con escenas anales y bucales de primoroso detallismo), Carolina (esposa de Acisclo y amante esporádica de Quisque) o Vivianna (una quinceañera venida de Colombia que une a la extrema voluptuosidad de sus bailes una innegable malicia, que le terminará ocasionando problemas al protagonista).

En ese torbellino de emociones se engarzan también las matemáticas (de las cuales ha cursado estudios Javier Moreno), las cartas astrales (la de Quisque Serezádez se nos comenta con amplitud), las parodias que tienen como ejes a George Bush y Saddam Hussein (pp.89-97) y un buen caudal de sorpresas en la secuencia final de la obra, que depara más de un asombro. La pericia de Javier Moreno no deja lugar a dudas. Construye con muchos elementos heterogéneos y aparentemente inarmónicos una narración sólida, de solvente textura y sostenido equilibrio, que se lee con creciente curiosidad y que incluye proyectos de vida ideales (“Nacer en un fragmento de ópera, morir en un vals y vivir en un bolero”, p.145), lirismos de poderosa fortaleza (“El orden alfabético de la ausencia”, p.57) y fragmentos narrativos de vigorosa escritura. No convendría que dejásemos escapar la ocasión de conocer de primera mano las páginas de esta novela, donde se encierra el germen de un escritor-submarino: se mueve con la misma fiabilidad sobre la línea del agua que bajo ella. Y ese síntoma es bueno. Francamente bueno.

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