martes, 24 de febrero de 2015

Veinticuatro horas en la vida de una mujer



Los seres humanos, pese a los esfuerzos que hizo el filósofo prusiano Immanuel Kant para mostrar lo contrario, no somos máquinas: en ocasiones, ascendemos a instantes de gloria; otras veces, nos sumimos en abismos de ignominia; hay días en que nos dejamos vencer por flaquezas y otros en que nos aferramos a la rectitud con ademanes de héroe o de santo; por momentos, parecemos puros o viles, sin que la transición de un estado al siguiente admita una explicación razonable. No sólo la donna è mobile: también los hombres lo somos.
En la novela Veinticuatro horas en la vida de una mujer, de Stefan Zweig, que traduce María Daniela Landa para el sello Acantilado, nos encontraremos con la figura de madame Henriette, una mujer casada que, para sorpresa y escándalo de todo el mundo, abandona a su marido de la noche a la mañana y se fuga con un joven de nacionalidad francesa. En el lujoso lugar donde se hospeda este rico matrimonio burgués, el incidente se convertirá inevitablemente en tema de conversación. Todos consideran que la actitud de madame Henriette ha resultado inexplicable y sin lugar a dudas bochornosa, pero el narrador la defenderá con vehemencia: piensa que un amor puede irrumpir en nuestra vida de una manera tan fuerte, tan arrebatadora, tan huracanada, que nos perturbe y nos arrastre sin que podamos oponernos. Como es lógico, en la sociedad bienpensante que lo circunda todos cargan contra ese argumento sentimental y le oponen algunas consideraciones con tintes morales o sociales... excepto la anciana inglesa Mrs. C., que después de escucharlo con interés y formularle algunas preguntas cita al muchacho en su habitación y le cuenta una larga y antigua historia en la que ella fue protagonista y que viene a darle la razón en el caso de madame Henriette.

Con la habitual elegancia de su prosa, Stefan Zweig nos hace reflexionar sobre la delgada línea que separa la fidelidad de la ruptura, y cómo, en ocasiones, resulta inútil luchar contra el Destino, el Azar o el Amor. Una novela tan inquietante como bella, que se puede leer en una tarde de domingo.

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