domingo, 8 de febrero de 2015

Los grandes misterios de la historia (II)



Que a los seres humanos nos seducen y entusiasman los misterios no es una información que sorprenda por su novedad. Y que cuando esos misterios vienen reforzados por décadas o siglos de prohibiciones oficiales, científicos estupefactos, evidencias incontestables, fotos comprometedoras y datos que no admiten discusión, el volumen del misterio se eleva hasta un rango mítico. El Canal Historia, que lleva muchísimos años analizando este tipo de fenómenos, acaba de lanzar en España, con el sello Plaza & Janés, su segundo volumen de enigmas, para deleite de curiosos.
Aquí podemos encontrarnos, por ejemplo, con la neblina del desierto peruano de Nazca, donde extrañas figuras sólo visibles desde el aire se resisten, desde que fueron descubiertas en el año 1920, a una interpretación cerrada. ¿Son dibujos relacionados con los extraterrestres? ¿Quién los pudo concebir, si sólo son visibles desde el cielo y miden, en algunos casos, centenares de metros? También se nos habla de esa extraña y desconocida civilización que, según fuentes solventes, se asentaba en el sur de la Península Ibérica y cuyos restos aún no han sido encontrados («¿Existió realmente Tartessos? ¿Existieron sus reyes, dignos interlocutores de fenicios y griegos? ¿Cómo desapareció semejante civilización y por qué no se han hallado vastos yacimientos?», p.74), salvo los objetos de oro que pudieron ser desenterrados en Camas (Sevilla). O se nos recuerda el destino nebuloso del Arca de la Alianza, de la cual se perdió la pista y de la que no quedan vestigios; o del impreciso emplazamiento del lugar donde fue crucificado y enterrado Jesús de Nazaret; o del misterio que rodea los cuarenta días que vivió tras su resurrección.
Igualmente se nos explica que hay evidencias arqueológicas que no admiten discusión sobre varios asentamientos de navegantes vikingos en el continente americano hacia el año 1000, cinco siglos antes de que llegase a sus costas Cristóbal Colón; o que los cuerpos del heredero del zar de Rusia y de su hermana Anastasia no se encontraron nunca, a pesar de que sí aparecieron todos los demás cuerpos asesinados por los bolcheviques; o que existen aún evidencias contradictorias y flagrantes ocultamientos en las muertes de Marilyn Monroe, John Fitzgerald Kennedy o Juan Pablo I (al cuerpo de este último la Iglesia se sigue negando a practicarle la autopsia). Por supuesto, los entusiastas del fenómeno OVNI encontrarán aquí interesantes líneas sobre avistamientos, el incidente Roswell o el Área 51.

Servidos con una prosa elegante y eficaz, que no recurre nunca a las fáciles añagazas del efectismo, los veinticinco trabajos que componen este volumen están acompañados con una interesante y accesible bibliografía para cada uno de ellos, consultable al final del tomo, y sirven para enfrentarse a determinadas oscuridades con una mayor dosis de información. No es un libro donde se busque engatusar, ni tampoco resolver enigmas, sino que pretende ante todo reunir la mayor cantidad posible de informaciones sobre cada asunto, para que los lectores elijan su postura y tomen sus propias decisiones. El único “pero” que cabría ponerle a la obra es que los artículos no vayan firmados por sus autores, sino por una difusa entidad llamada “Canal Historia”. No hubiera sido mala idea que figurase en alguna parte del libro el nombre de los investigadores, aunque fuera por una simple cuestión de cortesía intelectual. Por lo demás, un libro altamente seductor.

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