domingo, 4 de enero de 2015

Todo un placer



Decía el ruso Evgueni Evtushenko, en su libro Autobiografía precoz, que contra las injusticias sólo se puede luchar de una forma: cometiendo las injusticias contrarias. Y aunque la tesis es sumamente discutible la verdad es que ha tenido un buen número de seguidores. La editorial Berenice reedita un volumen que ya sacó en 2005 y donde, con un prólogo estupendo de Elena Medel (que ésta insiste en que nació “con afán más panorámico que enciclopédico, con alma más de guía turística que de médico forense”, p.20), se recopilan diez relatos eróticos de otras tantas mujeres representativas de la actual literatura española. Y sí, han leído bien: solamente mujeres. ¿Una insensatez? ¿Una visión sesgada? ¿Un desafío? ¿Un error? Probablemente es algo más sencillo que todo eso: la voluntad de ofrecer un muestrario de lo que ellas son capaces de ofrecer cuando se ponen a hilar palabras y a encadenar párrafos. Y que nadie incurra en la bonita mentira falsaria de decir que la crítica literaria no se ha dejado nunca influenciar por el sexo, y que las mujeres han tenido las mismas oportunidades que los hombres. Incluso los estudiantes más escrupulosos de nuestros institutos afirmarían, después de conocer los temarios de la asignatura de Lengua y Literatura, que solamente han escrito en España, siendo mujeres, santa Teresa de Jesús, Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán y poco más. Intenten ustedes enumerar las mujeres escritoras anteriores al siglo XX que les vengan a la cabeza y la demostración estará completa.
Ahora, en estas páginas, vemos cómo Espido Freire nos muestra en el relato “Pájaros” un intento de venganza que se resuelve de modo imprevisto; y nos dejaremos excitar por esa historia malévola que Paula Izquierdo construye en “Frente al espejo”, en el que una mujer observa a un mecánico masturbándose, tal vez con voluntad exhibicionista; y asistiremos en “69, amor” a las confesiones de un pobre infeliz que se trae a una caribeña llamada Lolita a este lado del océano, tan sólo para descubrir la humillación lacerante de la soledad en compañía... Pero es probable que los tres relatos más logrados sean “Playa Monza”, de Esther García Llovet (edificado sobre habilidosos ejemplos de flash-back y explícitamente sexual); “Lycoris”, de Ana Prieto Nadal (las bellísimas confesiones de una chica enamorada de su mejor amiga, en un texto lírico y arrebatadoramente poético); y “Variaciones sobre el montaje de una mujer articulada”, de Care Santos, que nos produce escalofríos mientras nos introduce en la mente de un maníaco que padece fijación con las muñecas, y que borra los límites entre la realidad y el horror, entre el látex y la piel, entre el placer y la tortura.

La portada del libro, eso sí, podrían habérsela ahorrado: una gazmoña estampa en blanco y negro que da vergüenza tener entre las manos mientras los demás te miran leer. El resto, perfectamente elogiable.

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