domingo, 28 de septiembre de 2014

Llorar en la sopa



Aunque toda regla incorpora sus excepciones y todo enunciado sus asteriscos, no resultaría muy desatinado distinguir entre autores de éxito y autores de prestigio (dejaremos aparte la siempre peliaguda cuestión de la calidad literaria, tan discutible como discutida). Los primeros conformarían un grupo caracterizado por sus altísimos logros numéricos: ediciones grandes o  directamente mastodónticas, masas de lectores esperando la aparición de sus libros, gran aparato propagandístico... Hablamos de gentes como Tom Clancy, J. K. Rowling, Stephen King o Dan Brown, por citar tan sólo cuatro nombres emblemáticos. Los segundos serían aquellos que, por el contrario, concitan solamente el fervor incondicional de un grupo más limitado de lectores, pero que están empapados por la aureola de la excelencia o la exquisitez. Aduciré también cuatro nombres, para equilibrar la balanza: Wislawa Szymborska, Seamus Heaney, Jaroslav Seifert y Elena Poniatowska.
Y hoy traigo precisamente a esta sección el último libro de la mexicana Poniatowska: la colección de relatos que lleva por título Llorar en la sopa, que le publica acertadamente Fondo de Cultura Económica. Después de haberle sido concedido el premio Cervantes en 2013 (segunda mujer que lo obtiene en lo que llevamos de siglo, junto a Ana María Matute), muchos fueron quienes anotaron su exótico apellido y lo incorporaron a la lista de “autores que había que leer”. No sería mala idea empezar por estos relatos, para quien no conozca nada de la autora de Hasta no verte, Jesús mío, De noche vienes o El tren pasa primero (con la que obtuvo el premio Rómulo Gallegos en 2007).
Pero son relatos, eso sí (conviene matizarlo desde el principio, para que ningún lector se llame a engaño), donde abundan las palabras y expresiones de raíz mexicana, lo cual puede dificultar en ocasiones la lectura o la comprensión del texto. Salvado ese obstáculo, quien se sumerja en el volumen encontrará la historia de una mujer que escribe una carta de amor a Martín, a quien ama en secreto (“El recado”); las peripecias que rodean a un viejo perro vagabundo del que anda prendada una anciana que quiere a toda costa mimarlo en los años finales de su vida (“Chocolate”); la dulzura seductora e inocente de Esmeralda Loyden, que está casada simultáneamente con cinco hombres y que a todos los quiere y cuida con idéntico mimo (“De noche vienes”); la intensa amargura que embarga a Pancho, un maquinista de ferrocarril que sufre dos pérdidas igual de dolorosas: su vieja máquina y la mujer a la que ama (“Métase, mi Prieta, entre el durmiente y el silbatazo”); la decepción que arrasará el alma de un guardián de museo, que está convencido de haberse enamorado de una maestra que lleva a sus niños de visita al museo y que padecerá el acíbar del desencanto (“Los bufalitos”); o la grisácea existencia de una solterona que ha visto quemarse su vida entre llamadas telefónicas incorrectas y citas sin éxito (“Esperanza número equivocado”). Brillando en ese río de cuentos, quizá destaque un poco más que los restantes “El corazón de la alcachofa”, que nos habla de parejas rotas y de amores que no terminan de cuajar.

Elena Poniatowska entrega en este volumen veinte historias donde nos propone un viaje por el interior del ser humano, sobre todo por la zona de umbría. Imposible resistirse al encanto de muchas de ellas.

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