lunes, 28 de julio de 2014

Cuentos orientales



Marguerite Yourcenar. No es necesario añadir más sustantivos ni más adjetivos. Una gran dama de la literatura francesa. Una portentosa narradora. Me leo hoy de ella (traducidos por Emma Calatayud) sus Cuentos orientales, un volumen que se inicia con la historia del viejo pintor Wang Fô (a quien el emperador se ha empeñado en cegar y cortar las manos) y que se cierra con la historia de otro pintor, el melancólico y triste Cornelius Berg (que se encuentra decepcionado con la vida y los seres humanos, y se ha entregado a la molicie y el alcohol).
En medio, hay una colección de relatos realmente buenos, de los que cuatro me han impresionado de una forma especial: “La leche de la muerte” (una mujer que es emparedada y solicita que sus pechos queden sin tapar por los ladrillos, para seguir amamantando durante unos días a su bebé, generándose un milagro de incalculable belleza), “El último amor del príncipe Genghi” (un seductor otoñal que, acercándose a los inevitables días de la vejez, se retira a vivir como un anacoreta, mientras es atendido solícitamente por una mujer que lo amó sin esperanza durante sus años más desdeñosos), “Nuestra Señora de las Golondrinas” (de cómo un monje intransigente y circunspecto, que se llama Therapion, en su celo por destruir a las impías Ninfas, tapia su gruta construyendo delante una iglesia. Pero no cuenta con la Virgen María, quien, movida por la compasión, las convierte en golondrinas y deja que la iglesia se llene con sus nidos) y “La viuda Afrodisia” (mujer de un pope que fue asesinado por el proscrito Kostis, al final terminamos descubriendo que ella era en realidad la amante del bandolero, cuya cabeza no duda en robar cuando lo apresan y decapitan).

Para quienes ya conozcan las obras “mayores” de Marguerite Yourcenar (las Memorias de Adriano, Opus Nigrum, etc), aquí se presenta una excelente ocasión de conocer algunas páginas menos populares suyas, aunque no menos brillantes y exquisitas. Realmente hermoso.

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