domingo, 1 de junio de 2014

El hombre del pasamontañas



Cuando llegué a la universidad para estudiar Filología, allá por 1985, una de mis primeras decisiones fue la de adquirir mensualmente algunas revistas literarias que me permitieran estar al día con autores y obras de auténtica importancia. Me pareció que podía ser un buen complemento de actualidad, frente a las informaciones clásicas que me pudieran dar en clase. En una de esas revistas (la célebre “El Urogallo”, ya desaparecida) leí un artículo muy elogioso sobre Leonardo Sciascia, al que se calificaba como mejor escritor italiano vivo. Era un autor que no me sonaba de nada; y durante un tiempo las cosas siguieron igual. Pero una vez que rompí el hielo leyendo El archivo de Egipto ya no he dejado de frecuentarlo con afectuosa asiduidad.
Ahora, el sello Piel de Zapa pone en manos de los lectores españoles el volumen de crónicas El hombre del pasamontañas, que traduce Raúl Ruiz. Son siete escritos en los que el siciliano realiza aproximaciones a diversos personajes (desde 1613 hasta la actualidad), con una técnica en la que se mezclan periodismo de investigación, literatura y ensayo de una forma sugerente y plástica. La explicación de por qué eligió confeccionar este tipo de crónicas la tenemos en la página 73 y es cristalina: «El gusto por la indagación, por hacer encajar los datos o ponerlos en contradicción, establecer hipótesis, conseguir una verdad o explorar un misterio allí donde la ausencia de verdad no era un misterio o su presencia no era misteriosa. Un juego que, a menudo, está acompañado e incitado por el pundonor; pero alguna vez interviene también una especie de piedad».
Partiendo de esas coordenadas, Sciascia nos narrará la crónica de un crimen misterioso, con decapitación incluida, que sucedió en la Palermo de 1613 (“Don Alonso Girón”); diseccionará y comentará el odio inveterado que reservaba don Francesco Maria Emanuele e Gaetani, marqués de Villabianca, para el hereje Mariano Crescimanno, lo que no le impidió hacerse con los escritos de éste último cuando murió en prisión (Sciascia, oportunamente, trae a colación el relato “Los teólogos”, del argentino Jorge Luis Borges); nos explicará que el degenerado Pietro Bonaparte inspiró a Stendhal el personaje de Fabrizio del Dongo (uno de los protagonistas de La Cartuja de Parma) y que se vio envuelto en un rocambolesco episodio en el cual acabó matando a un periodista de un disparo; nos hablará de una desdichada tonadillera del teatro San Martino que, pudiendo hacerlo, jamás buscó la protección de un mecenas rico (“La pobre Rosetta”); nos comentará el breve paso de la espía Mata Hari por Palermo; y nos glosará la extravagante noticia de que Borges, quizá, nunca existió, sino que fue simplemente un montaje perpetrado por un consorcio de escritores... Pero sin duda el capítulo más memorable es el que presta su título al volumen: un análisis profundo, psicoverbal, de las declaraciones de Juan René Muñoz Alarcón, que delataba y señalaba para la muerte a gentes de izquierda durante la dictadura pinochetiana.

Ha sido sin duda una idea excelente reunir estas viejas crónicas en un tomo al alcance del público español, sobre todo porque autores como Leonardo Sciascia no son ni mucho menos frecuentes en el panorama europeo. Todo lo que sale de su mano está adornado siempre con una prosa magistral y se eleva a la categoría de arte.

1 comentario:

supersalvajuan dijo...

Un crack Sciascia. Muy grande.