domingo, 11 de mayo de 2014

Esta sombra no es mía



Durante algún tiempo se ha querido ofrecer en la literatura española la imagen absurda de que los autores, cuanto más jóvenes, más admirables resultaban: la adolescente que publicaba su primer volumen a los catorce años (Violeta Hernando, se llamaba la criatura); el chico desgarrado que le ofrecía al mundo su imprescindible narración llena de garitos, cerveza y eructos verbales (José Ángel Mañas, Ray Loriga y cualquiera que ustedes deseen añadir); o el prometedor zagalote que nos entrega su primera novela histórica antes de llegar a la mayoría de edad (Javier Rivas). Como contrapeso, las figuras de Alberto Méndez o Gonzalo Hidalgo Bayal, que no se han hecho presentes en las librerías hasta rozar las fronteras de la senectud, después de que la vida haya decantado su prosa.
Juan Serrano (Yecla, 1943) nos ofrece hoy, desde el sello zaragozano Lecturas Hispánicas, su amplia colección de relatos Esta sombra no es mía, compuesta por más de un centenar de narraciones. En ellas se observa que el autor, usando un lenguaje sencillo (no desprovisto de carga simbólica en algunas ocasiones), es capaz de construir un buen número de fabulaciones que giran alrededor de varios temas básicos: el amor, el paso del tiempo, el azar, las injusticias de la vida… e incluso el sentido del humor (presente en historias como “Paco Pijo”). Adentrándose en la lectura de estos cuentos uno descubre las insensateces que pueden cuajar en el mundo moderno (“Felices los pobres”); las posibilidades que tenemos a mano para acometer asesinatos simbólicos (“Al estilo bonzo”); las controversias legales que pueden brotar de una decisión generosa (“Antrópolis”); los crueles giros que puede dar la existencia en el transcurso de unos pocos años (“Delgado como un espárrago”, “Okupa calcinado”), las carambolas agridulces que nos puede reservar la vida (“La niña de mis ojos”)… Y luego, también, la respuesta a algunas interrogaciones chocantes: ¿qué siente un arquitecto al que se invita a remodelar el hogar de Belcebú? (“Los pilares del infierno”); ¿qué ocurre cuando se tala un árbol donde unos enamorados han grabado sus iniciales? (“Beso pasajero”); ¿y si en un velatorio, mientras cierras los párpados rebeldes del difunto, descubrieras en ellos el número de tu DNI, como una acusación de asesinato? (“Los ojos del muerto”).
Pero el tema más frecuentado por el autor es, sin duda, la mujer maltratada. A veces, se presenta en forma de violación (“El cuco vacío”); otras veces, el abuso físico se traduce en una amnesia que la marcará irremediablemente (“María del Olvido”), que la llevará hasta el diván curativo de un terapeuta (“Cura te ipsum”) o que la conducirá hasta los taludes del crimen (“No más lentejas”); en otras, la infidelidad del esposo la volverá una persona infeliz, amargada y metida en sí misma (“La piedra del Arabí”).

Decía el excéntrico J.D.Salinger que lo peor que podía hacer un escritor es ver publicado su libro, porque eso desvirtuaba la relación de pureza que existía entre un creador y sus páginas. Por fortuna para los lectores, ni Flaubert, ni Cervantes, ni Dostoievski, ni Antonio Muñoz Molina, se han guiado nunca por tan aparatosa boutade; y eso nos ha permitido disfrutar de sus obras. Disfruten ustedes ahora de Esta sombra no es mía, porque será difícil que en este volumen de más de trescientas páginas no encuentren bastantes historias de su agrado.

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