No es la primera vez que incorporo a este Librario íntimo un volumen del peruano
Fernando Iwasaki, y sospecho gozosamente (también golosamente) que no será la
última. Es un escritor al que admiro. Este nutrido catálogo de microrrelatos
salió hace casi una década (abril de 2004) en la editorial Páginas de Espuma, y
no ha perdido ni un ápice de frescura, elegancia, contundencia ni brillantez.
Manejándose con escalofriante habilidad en el terreno literario (o con
habilidad literaria en el terreno escalofriante), Iwasaki nos suministra aquí
ochenta y nueve pequeñas maravillas donde exhibe su musculación estilística
hasta límites anonadantes y donde nos sorprende con argumentos que dejan al
lector con la boca literalmente abierta: de asombro o de pánico.
Nos cuenta acerca de piezas de hotel donde nos
esperan el espeluzno y la más atroz condena (“La habitación maldita”); sobre el
urinario estrecho, sucio y oscuro de una gasolinera de carretera, donde nos
puede estar esperando un horror que carece de forma (“W.C.”); sobre niños que
explotan la cama de sus padres metiéndose bajo la colcha y encuentran bajo sus
pliegues una inquietante aventura infinita (“La cueva”); sobre chiquillos que,
hartos de ser receptores del desdén o las trompadas de sus compañeros, se
inventan para sus padres una biografía espuria (“Peter Pan”); sobre monjas que
se convierten en crueles perros guardianes que devoran a los intrusos cuando
éstos escalan las tapias de su patio (“Dulces de convento”); sobre juguetes en
miniatura que se pueden transformar en inquietantes pesadillas (“La casa de
muñecas”); sobre unas fotografías de niños muertos que pueden adquirir una
dimensión más bien inquietante (“Los ángeles dormidos”); sobre ascensores donde
un atasco que se produce un viernes de agosto puede transformarse en un desasosiego
(“Familia numerosa”); sobre el cruce y la simbiosis entre el humor y la
infidelidad (“A mail in the life”); o, en fin, sobre un padre que, tras
depositar a sus hijos en los asientos posteriores del coche, se demora demasiado
en preparar el desayuno, mientras la calefacción y el dióxido de carbono
realizan su tarea (“Vamos al colegio”).
Fernando Iwasaki consigue que cada relato de este
libro alcance la sonoridad perfecta, el equilibrio perfecto, el vocabulario
perfecto, el perfecto cierre. Las más importantes pesadillas del ser humano
aparecen aquí, dibujadas por un maestro de la literatura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario