viernes, 13 de septiembre de 2013

Viaje por el Sáhara Occidental



Reconoceré, como arranque, que jamás he sido una persona especialmente informada sobre el mundo saharahui. Tengo amigos que se mantienen mucho más cerca de ese ámbito (con el ejemplo conocido y alfaguárico de Luis Leante), que a mí me ha quedado más lejos. Por eso cuando cayó en mis manos esta obra del escritor e ingeniero Mariano Sanz Navarro me pareció que podría resultar poco interesante para mí. Pero me equivocaba; y aquí quiero declararlo. Viaje por el Sáhara Occidental ha sido finalmente un libro enriquecedor, en el que he descubierto paisajes, aprendido costumbres, constatado similitudes con nuestro país y apreciado diferencias culturales, que iban de lo curioso a lo intrigante. Las estupendas fotografías de Gonzalo Sánchez Álvarez-Castellanos han servido no poco para completar ese panorama de agrado.
Se nos cuenta en estas doscientas páginas cómo los citados Mariano Sanz Navarro y Gonzalo Sánchez se desplazaron hasta el desierto africano en compañía del profesor Alejandro García y cómo recorrieron un largo viaje para ir conociendo de cerca y en profundidad los problemas que aquejaban a esa cercana y en buena parte desconocida zona del globo terráqueo. Iniciaron así su particular Badía (el viaje continuo y tenaz de los beduinos), que queda aquí bien documentado.
Muchos son los elementos que integran el volumen: referencias históricas desde el siglo VIII hasta la actualidad (que nos permiten conocer mejor cómo se ha llegado a construir la realidad saharahui), notas semánticas para neófitos (nos explica que Gibraltar viene de Yabal Tarik, la montaña de Tarik), descripción de las pillerías habituales de los guías turísticos (p.34), aproximaciones lúcidas al fenómeno del Frente Polisario, algún desagradable incidente en el Instituto Cervantes de Rabat (p.52), la información de que es costumbre poner a los camellos un saquito colgante contra el mal de ojo (p.80), etc.
Algunos de los rasgos verbales de la obra también son muy notables, porque el autor recurre a los destellos de humor para adobar sus páginas. Así, cuando alude a la necesidad de ingerir vino “por si las dificultades de engrase” (p.21); cuando maneja ciertas hipérboles jocosas (al hablar de “dos guantazos capaces de nublarle la vista a un elefante”, p.52); cuando constata que un halconero saudita con el que se cruza en la recepción de un hotel “va un poco piripi” (p.106); o cuando, en fin, no duda a la hora de emplear fórmulas coloquiales para decirnos que una comida a la que está asistiendo “es de alto copete” (p.133). Por cierto, aquellos que quieran conocer una interesante opinión sobre el regateo (que se adentra más en interpretaciones psicológicas que en las económicas) haría muy bien en consultar la página 146, donde Mariano Sanz Navarro se lo explica con buen tino y buena prosa.

Únase a todo lo anterior un caudaloso torrente de datos culinarios, geográficos, arquitectónicos o funerarios, y tendremos una idea aproximada de las notables maravillas que este libro incorpora. Buen trabajo para conocer con más detalle a nuestros vecinos del sur.

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