miércoles, 31 de julio de 2013

El sueño del otro



Cada día se repite el proceso: adviertes que la fatiga te invade, que el sueño se aproxima y, poco a poco, te vas rindiendo al sopor. Una vez que la desconexión se ha cumplido, tu mente se involucra (y te involucra) en un juego distinto, con reglas anómalas o invisibles. A esa operación la llamamos sueño, y constituye uno de los grandes enigmas del ser humano: nos convertimos en guionistas, directores o actores de una película cuyo origen, desarrollo y final ignoramos. Por sorprendente que parezca, así es. A veces, esa película nos depara tórridas escenas de sexo con personas próximas o desconocidas; a veces, aterradoras secuencias de niebla o persecución; a veces, melancólicos instantes con seres queridos que ya no están. En el mundo de la literatura, la fértil vinculación entre los sueños y la realidad ha producido todo tipo de maravillas, desde la profecía (Crónica de una muerte anunciada) hasta el preámbulo (La metamorfosis), pasando por la reflexión filosófica (La vida es sueño).
Ahora, agitando en la coctelera varios licores asombrosos (donde no faltan ni siquiera unas gotitas de Matrix), Juan Jacinto Muñoz Rengel nos presenta en su último libro una propuesta tan arriesgada como convincente. De un lado tenemos en ella a Xavier Arteaga, un profesor de Historia de vida muy discreta; del otro tenemos a André Bodoc, un periodista televisivo de fama. No viven en la misma ciudad. No frecuentan los mismos círculos. De hecho, sería difícil detectar nexos que los vinculen, ni afectiva, ni intelectual, ni siquiera profesionalmente. Pero un laberinto onírico de incontestable y creciente vigor los acerca: cada uno sueña de noche con el otro. O por decirlo de forma más exacta: cada uno es, en sueños, el otro; y al despertar recuerdan lo que han vivido en el lado opuesto con una nitidez angustiosa. Como es natural, Xavier y André se irán obsesionando paulatinamente con esta situación, que irá ramificándose sin tregua. Un día, ambos advierten que el carácter estanco de sus vidas resulta engañoso y que pudieran estar generándose fisuras que las hace convergir y fundirse («Era como si de repente la membrana entre los dos mundos se hubiera vuelto permeable», p.255). Se entra así en la zona más complicada de la novela, que Muñoz Rengel resuelve con brillantez y dejando en el ánimo de los lectores no pocos interrogantes. ¿Cuál de los dos protagonistas es una ensoñación del otro? ¿Lo son ambos? ¿No lo es ninguno? Sabiendo que juega en un terreno peligroso (adentrarse en el cenagoso espacio de los sueños y de las fronteras entre estos y la realidad supone aceptar una apuesta que bastantes narradores han perdido de forma estrepitosa), el creador malagueño utiliza su preparación filosófica para construir un relato donde la complejidad no procede del léxico empleado, ni de la arquitectura misma del texto, sino de los vaivenes especulares o concéntricos que la obra sugiere y comporta. Como la mano que se dibuja a sí misma dibujando (Escher), los capítulos de El sueño del otro nos sumergen en un maremoto irremediable, en un carrusel vertiginoso del que se puede salir mareado, porque nos llegan a proponer reflexiones de gran fuerza sugestiva, que terminan por obligarte a pensar («Piensa en esto, ¿cómo sabemos que no existe un número limitado de mentes? Pongamos cien mil. Y que ese número limitado de mentes se encuentra distribuido entre los siete mil millones de personas de la población mundial. ¿Cómo podemos saber que no es así?», p.231).

Juan Jacinto Muñoz Rengel, ingenioso, denso, paradójico, provocador, nos lanza su reto narrativo y emerge triunfante del atolladero. Una vez más, el novelista andaluz se sale con la suya.

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