domingo, 29 de julio de 2012

La comedia de los errores




El tema de los gemelos, de los dobles, de las confusiones de identidad, ha dado un productivo juego tanto en el mundo del cine y la televisión como en el mundo del teatro, desde Plauto para acá. William Shakespeare, que para Samuel Johnson era ante todo un escritor de comedias, no se resistió a ensayar su propia versión del asunto y nos presenta en La comedia de los errores (o de las equivocaciones, que de ambas formas se suele traducir) un doble equívoco: dos hermanos gemelos de noble linaje (Antífolo de Éfeso y Antífolo de Siracusa) que, con sus respectivos criados, igualmente gemenos (Dromio de Éfeso y Dromio de Siracusa), resultan separados en la infancia y se reencuentran en la madurez, originándose una serie de divertidas confusiones matrimoniales, amistosas y económicas que, aderezadas con algunas palizas jocosas, hacen las delicias del lector o el espectador.
También lo hacen algunas hipérboles tan estrafalarias como simpáticas. Estoy pensando especialmente en la segunda escena del acto tercero, cuando Dromio de Siracusa retrata las excesivas carnes de una mujer y asegura que "es esférica, como un globo. He descubierto en ella países". Pero Shakespeare, que para eso era un genio, tampoco se olvida de incluir en la pieza algunos segmentos mucho más trascendentes, como esa conversación que mantienen Adriana y Luciana al comienzo del segundo acto (que debería ser lectura predilecta para feministas y hombres reflexivos), en la cual se cuestiona la legitimidad de que los varones gocen siempre de más libertad y prerrogativas que las mujeres. Inteligencia, humor, reflexión y amenidad unen sus dedos en esta comedia memorable.

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