En 2009, dentro de la colección La biblioteca del tranvía, que fue
auspiciada por la editorial Tres Fronteras y que tenía un singular formato
(libros de pequeño tamaño y de precio reducido), apareció una joyita que
llevaba por título Las guapas deberían
morir. Eran siete relatos ingeniosos, escritos con elegancia, buen humor y
destreza, que me permitieron descubrir las virtudes prosísticas de Julia R.
Robles, una pontevedresa que, tras recalar en Cartagena, se ha establecido en
Santo Ángel, donde desarrolla su labor profesional como diseñadora gráfica y
donde, también, escribe sus historias, llenas siempre de imaginación, sorpresas
y exquisitez.
Como el mundo de los relatos cortos no
tiene el mimo editorial que quizá se merecería (salvo contadas excepciones,
protagonizadas por aventuras gozosas como Páginas de Espuma, Menoscuarto y
sellos de ese estilo), suele ser frecuente que las personas que escriben este
tipo de narraciones breves acudan a concursos literarios, que les permitan ver
reconocidos (y publicar) sus textos. De ahí que Julia R. Robles decidiese
concurrir al certamen de relatos ilustrados que convoca cada año la Diputación
Provincial de Badajoz. Y obtuvo con esta obra, titulada Extrañas mujeres de azul, un meritorio segundo premio, lo cual no
hace sino corroborar que Julia es una escritora en progresión ascendente, con
un prometedor futuro ante sus ojos, tal y como han indicado ya los primeros
críticos que se han ocupado de sus obras... Media docena de relatos componen esta
colección y, si lo pensamos con una cierta distancia, se construyen con
voluntades e incluso con técnicas distintas. La pistola de Laura nos lleva, aparentemente, al mundo de los
traumas infantiles (esa niña protagonista que mantiene su mano derecha siempre
en forma de pistola, para “defenderse de los malos”); pero lo que en realidad
ocurre es que Julia R. Robles nos está escondiendo la carta más importante de
su tirada, que no aparecerá hasta el final mismo del relato. Ritual en el Hotel Holganza nos cuenta
una historia de voyeurismo y enamoramiento, igualmente articulada sobre la
morosidad narrativa y un evidente cortazarismo, que los lectores agradecerán. Mon enfant se desarrolla en el interior
de un autobús y tiene a dos únicos protagonistas: una mujer que ya ha cruzado
el ecuador de su calendario vital y un chico joven e impetuoso que viaja en el
asiento inmediatamente delantero. Una leve excusa bastará para que entablen una
conversación. Concavitos supone un
cambio radical de escenario y también de protagonistas: aquí los personajes
centrales son seres que habitan los suburbios de la mendicidad, y ese brusco
giro le permite a Julia R. Robles ejercitarse en otro registro narrativo y
ambiental, menos frecuente en ella pero del que sale airosa. La ciudad invertida incurre más bien en
el mundo de la fábula o la metáfora, porque transcurre en una población donde
viven una niña diminuta y un chico gigantesco, que verán sus vidas alteradas
profundamente por un extraño suceso. Y por fin Gilda siempre viaja en preferente, relato basado en un ama de casa
que, por fin, se libera del yugo de la domesticidad para dedicarse a su gran
amor, infinitamente postergado: el mundo de la canción. Pero antes deberá
ajustar cuentas con su pasado... Las ilustraciones para estas propuestas las
pone Pablo Manuel Moral.
Según dictaminó hace un par de años la
escritora Marta Zafrilla, la caída de un meteorito en Molina de Segura
(Nochebuena de 1858) provocó un efecto del que ahora disfrutamos las
consecuencias: una especie de radiación demorada que ha provocado la aparición
del más importante grupo de escritores que jamás se haya dado en esa tierra.
Habría que preguntarse si en Pontevedra cayó también un meteorito de similar
factura, que explicase la brillantez de esta escritora que nos enriquece con su
presencia.
Con un dominio sutil de los resortes
psicológicos y narrativos, Julia R. Robles, nuestra protagonista de hoy,
construye en Extrañas mujeres de azul
seis fabulaciones sólidas, de buen formato, donde queda patente su habilidad
para el mundo de los relatos breves. ¿Cuál será su techo? ¿Hasta dónde será
capaz de llegar en ese género? A esas preguntas sólo puede contestar el futuro,
pero les aseguro que las señales y las expectativas son más que halagüeñas. Me
parece un valor firme.
1 comentario:
Pues que conteste el futuro.
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