lunes, 26 de diciembre de 2011

Inquietud en el paraíso




Don Cosme Herrera, penitenciario de la catedral de Burgos, no es un clérigo cualquiera. De hecho, después de haber meditado durante años sobre la más inmortal creación de Dante Alighieri (La divina comedia), ha llegado a una conclusión asombrosa, que supera todos los límites del sentido común, y que no tiene pudor en esclafar durante el transcurso de una charla erudita: "Dante estuvo en el Purgatorio, sí, en pura carne mortal, y nos lo contó con apariencia literaria, que era lo que exigían la discreción con las cosas divinas y su genio para con las letras. Pero proclamo que ese viaje a la región oscura se puede (es más, se debe) repetir. Estimados señores, distinguidas señoras y señoritas: estoy en condiciones de guiar la expedición que lleve a cabo tal empresa, me pongo a su disposición y espero su patrocinio" (p.12). La propuesta, como no podía ser de otro modo, es recibida por los oyentes con jolgorio y burla irónica; pero tales chanzas no detienen al visionario, que urdirá una compleja trama de maquinaciones para llevar a cabo su propósito, del que no admite ser apartado ni siquieras con las admoniciones del iracundo arzobispo don Manuel de Castro.
Pero, por si la locura de este proyecto se antojara pequeña, otra locura de mayor calado sacudirá a las gentes de Burgos (y de toda España) ese mes: el estallido de la guerra civil. Óscar Esquivias, con sorprendente pulso maestro, nos va ofreciendo una visión completa de la ciudad, llena de burdeles con prostitutas levantiscas, militares que planifican su rebelión, tabernas infames, pobreza por los rincones, seres diminutos que anhelan la redención por la vía de la cultura (es memorable el personaje del relojero Julián Bayona), religiosos propensos a inmiscuirse en asuntos demasiado terrenales y mil detalles más, jugosos, ágiles y amenísimos. Para aderezar ese universo variopinto, el autor nos ofrece espléndidas secuencias de humor (la lubricidad inocentona y exótica del poeta Manuel Machado; la presencia de una tortuga agresiva y mordedora en la casa de doña Atanasia Revenga; las reivindicaciones laborales de Saturnino Calvo, aficionado a la expulsión de gases sobrantes por la vía rectal; las chocantes teorías sobre el tamaño de los penes, sostenidas por un energúmeno con alta graduación militar; etc); pero también están presentes otras secuencias, más dolorosas: el miedo paralizante de los más débiles, las lágrimas y el estupor por el inicio de una guerra que muchos presumen horrenda y fratricida, las humillaciones que deberán ser acatadas con resignación... De ahí que cada burgalés republicano experimentase con el estallido de la rebelión "un desengaño hondo que le llenaba de tristeza" (p.269).
Óscar Esquivias ha logrado construir una de las obras más serias y más sólidas sobre las primeras horas de lo que Miguel Labordeta definió en un poema magnífico como "aquel huracán terrible de locura": la guerra de 1936. Muy recomendable.

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