domingo, 13 de noviembre de 2011

La senda trazada



Los teólogos y los escritores llevan siglos formulándose una pregunta tan intensa como sugestiva, y esa interrogación ha dado lugar a intrincados discursos religiosos y a memorables piezas literarias: ¿está determinado nuestro destino por Alguien o por Algo, mucho antes de que ocurra? Es una cuestión que, por debajo de lo anecdótico, implica nociones de tan altos quilates como la libertad. ¿Podemos estar seguros de que controlamos nuestro futuro; o éste nos viene dibujado mucho antes de que aparezcamos sobre la faz de la tierra? Recuérdese que ya Sófocles se planteaba esta cuestión en su memorable pieza Edipo rey: el monarca quiso evitar el cumplimiento de una malévola predicción del oráculo (que mataría a su propio padre y se acabaría casando con su madre), pero acabó cayendo en ella sin poderlo remediar. Calderón de la Barca, en La vida es sueño, también dedicó reflexiones de gran sustancia a esa cuestión.
Ahora, el madrileño Pedro de Paz (1969) vuelve a tan interesante tema con su obra La senda trazada, que obtuvo el premio internacional de novela Luis Berenguer en 2010. En ella nos encontraremos con Alfonso Heredia, un fotógrafo freelance al que las cosas no le van demasiado bien: profesionalmente, no logra una instantánea o un reportaje que lo saquen del anonimato; económicamente, los acreedores comienzan a estrechar el cerco a su alrededor; y sentimentalmente, su relación con Luisa da síntomas de erosión más que preocupantes, porque ella no está dispuesta a compartir la vida con alguien como él, indolente y falto de espíritu de superación. Pero un día, mientras huye de una persona a la que debe dinero, las cosas van a cambiar para él: entra en una librería de viejo para esconderse, y allí le atiende un anciano de barba blanca y aire vetusto, quien pone en sus manos un libro muy especial. Es un ejemplar lujoso y enigmático, lleno de sentencias de aire esotérico. La lástima es que solamente lleva en el bolsillo un billete de diez euros, cantidad a todas luces insuficiente como para adquirir un volumen como aquel. Para su sorpresa, el viejo librero se muestra conforme con cedérselo por esa cifra irrisoria... Y las cosas comienzan a cambiar en su vida.
De forma casi casual, Alfonso Heredia descubre que los extraños aforismos de la obra son predicciones sobre muertes de personajes famosos, que se van poco a poco cumpliendo de forma inexorable. El problema es que su lenguaje, críptico, poético, casi nostradámico, no permite descifrarlas con la facilidad que él quisiera. No obstante, a veces lo logra... y comienza a utilizar ese poder para su beneficio personal. ¿Él no es fotógrafo? ¿No lleva años buscando imágenes espectaculares, que le sean pagadas con generosidad por parte de las agencias con las que trabaja (sobre todo, Focus)? Pues ahora tiene en sus manos un artefacto de gran poder: unas líneas mágicas, misteriosas, inquietantes, que le permitirán estar presente en cada acontecimiento que descifre, para impresionar imágenes de sus protagonistas. Alfonso Heredia se convierte así en un engendro, que usa el libro (¿o que es usado por él?) con repugnantes intenciones. Pero las sorpresas no acaban ahí: pronto va a descubrir que conocer el futuro no siempre es agradable, y que cuando afecta a las personas de nuestro entorno tal vez habríamos preferido no saber tanto... Escribiendo con una prosa eficaz y limpia, Pedro de Paz consigue con La senda trazada una novela de gran soltura, que será leída con agrado por muchísimas personas y que asciende por calculados peldaños, donde no faltan el esoterismo, el misterio, el aroma policial, la reflexión filosófica formulada sin pedanterías, los instantes de amor y de sexo, los apuntes culturales y hasta algunos abordajes psicológicos de notable envergadura. En suma, un libro que confirma las buenas vibraciones que ya dejó Pedro de Paz en su anterior novela, El documento Saldaña, donde Miguel Cortés debía resolver un misterio ambientado en la guerra civil y que se relacionaba con un tesoro artístico desaparecido. Si el narrador madrileño manejaba con eficacia los resortes novelísticos en aquella obra, en ésta que acaba de aparecer en las mesas de novedades de las librerías lo hace, quizá, con más solidez aún. La progresión es tan esperanzadora como evidente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Rubén, me has vuelto a dar el interés y la inquietud que la novela me dio.
Las has valorado como se merece, porque es muy buena y genialmente escrita. Personalmente admiro a este escritor, me encanta leerlo.

Me ha gustado mucho tu reseña.

Luisa Luna

supersalvajuan dijo...

Apuntada.
Coda: llegó a mis manos "Reina María", pero no sé que he hecho con ella. Cuando la recupere prometo terminar de leerla.