miércoles, 30 de noviembre de 2011

Educar a la pantera



Hace doce años, leí con auténtico interés una novela que se titulaba La caricia del escorpión, con la que un joven escritor de Zaragoza llamado Ignacio García-Valiño logró ser finalista del premio Nadal; luego me enteré de que también se había alzado con los premios José María de Pereda y Torrevieja, circunstancias que ratificaban las excelentes sensaciones que me había provocado esa primera aproximación a su literatura. Ahora llega a mis manos su libro Educar a la pantera (Comprender y corregir la conducta antisocial de los más jóvenes), donde aflora la faceta profesional de este autor, que no es otra que la de psicólogo educativo. Como no podía ser de otra forma, me leo el libro con doble curiosidad (como lector y como profesor), porque de las páginas redactadas por alguien que escribe tan admirablemente y que, además, posee una dilatada experiencia en el ámbito de la educación, espero disfrutar y aprender.
Y ambas cosas, desde luego, se logran con la lectura de este volumen que publica la editorial Debate. Nada más empezar, García-Valiño nos previene contra cualquier tópico idealizado que pudiéramos tener acerca del mundo de los chavales difíciles, que son el objeto de su trabajo y su análisis: «Por desgracia, no todos los niños se desarrollan sanos. Las circunstancias adversas, que a menudo se confabulan con los rasgos propios del carácter, hacen que aprendan demasiado pronto la gramática de la violencia y sean arrastrados hacia la deriva de la inadaptación» (p.20). Pero a veces los esfuerzos del equipo educativo sirven para lograr el éxito en la empresa. Como ejemplo nos cuenta la impresionante historia de Ana, una chica de la ESO a la que el autor conoció en 2002 y que presentaba un grave trastorno disocial: peleas frecuentes con sus compañeros, inadaptación al grupo, resistencia a colaborar con quienes deseaban ayudarla, etc. Con el apoyo de las personas adecuadas, la chica encontró en el deporte su forma de superación e integración; y hoy es una atleta reconocida que obtiene galardones a nivel nacional.
Aquí y allá afloran en el libro las ideas interesantes, los casos clínicos, los datos numéricos, que van explicando el estado en que se encuentran la detección y el tratamiento de los chavales con necesidades de corrección temprana. Nos dice García-Valiño, con argumentos convincentes, que la situación idónea pasaría por identificar el problema en la infancia, y no en la adolescencia, cuando ya tiene más difícil solución; pero que no suele hacerse así porque «los menores no suelen constar en las agendas políticas» (p.221). Indica además en el capítulo 12 de la obra que Fiodor Dostoievski, en su novela Crimen y castigo, ya escribió antes que Goleman sobre inteligencia emocional. Y que esta obra del ruso debería ser de lectura obligatoria para quienes estudian Psicología.
Después va analizando los problemas planteados por la inmigración de menores marroquíes en España, que no son casi nunca atendidos de forma adecuada porque tan sólo se pretende instalarlos en centros de acogida hasta que llegue el momento de repatriarlos... o expulsarlos por haber llegado a la mayoría de edad (capítulo 14); o aborda de forma profunda el tema del acoso escolar, que el psicólogo zaragozano interpreta desde la óptica de la dominación de un elemento fuerte sobre uno o varios elementos débiles (capítulo 17), llegando incluso a contar que él mismo, durante su infancia, padeció las vejaciones y humillaciones de un chico que lo amedrentó (lo explica pormenorizadamente entre las páginas 161 y 164). Y, como colofón, los capítulos finales del libro están reservados para los alumnos que, por su carácter duro, violento, desequilibrado o marginal, han de ser internados en centros especiales, tipo reformatorios. El análisis que Ignacio García-Valiño realiza sobre estos centros demuestra que los conoce bien, y que conoce sus fallos y logros.
Nos hallamos, pues, ante un análisis de la cara menos amable del sistema educativo: la cara oculta de la luna. Conocer esas sombras y esas hondonadas es la mejor manera de afrontar el asunto y encontrar soluciones eficaces que ayuden a todos los implicados: los profesores que han de lidiar con el problema, los chavales que necesitan orientación y estímulo, las familias, los centros escolares... Un libro espléndido y de enorme utilidad.

2 comentarios:

AGB dijo...

Dan ganas de leerlo, sí. ¡¡¡Cuánto que leer!!!

Anónimo dijo...

Yo ya lo he leído y comparto contigo todo lo que dices. Todos los profesores deberían leerlo. Un saludo