lunes, 5 de septiembre de 2011

Los pobres desgraciados hijos de perra



Cuando sobre la mesa de novedades de una librería se encuentra uno con un libro en cuya portada aparece un título como La máquina de follar (Bukovski), Gracias y desgracias del ojo del culo (Quevedo) o Coños (De Prada), la primera de las sorpresas está garantizada: la que expande las pupilas del lector y lo lleva, quizá, a coger el volumen entre sus manos. Carlos Marzal, el inmenso y exquisito poeta valenciano, acaba de sumarse a ese catálogo de marbetes editoriales de impacto con Los pobres desgraciados hijos de perra, una colección de cuentos que ha publicado en la editorial Tusquets.
Explicado este punto, pasaré a dar un consejo a las personas que puedan leer esta reseña: si juzgan este libro en función de su título tremebundo y por tanto desdeñan su lectura estarían cometiendo un error. Los doce relatos que componen la obra son otras tantas maravillas estilísticas, argumentales y emocionales, donde se nos retrata un mundo melancólico que se vertebra alrededor de Portacoeli y en el que la memoria y la reflexión son las herramientas más utilizadas. Con un poco de suerte es el magnífico relato sobre un verano de fútbol, amores imposibles, amigos que luego la vida erosionó y camaradería. En Leche de búfala iremos con Carlos hasta Italia, donde será hospitalizado a causa de unos dolorosos cálculos biliares y se encontrará con un viejo hindú del Punjab. Medio folio nos muestra a dos amigos que anhelan ser escritores, con diferente grado de éxito, lo que genera tensiones entre ellos. Tierras Hondas es una espléndida crónica de adolescentes en una urbanización de verano, donde vivieron sus primeras, intensas y efímeras relaciones («Amores haikus», como los bautiza Marzal en la página 87) y donde el aburrimiento era el ingrediente básico y hasta ecuménico. El narrador vivió allí un tórrido romance con María, que duró tres semanas eternas. Luego él, cobarde, la abandonó. Al cabo de los años aún la recuerda con gran nitidez, culpabilidad y nostalgia. En Los fundamentos de Noam, el narrador ha de enseñar sintaxis a su amigo Santi, refractario al estudio. Durante el verano, conoce a Adolfo, el hermano traficante de Santi, y a su abuela Victorina, dos personajes que le darán un enorme juego narrativo. Una fórmula mágica supone una espléndida reflexión sobre el poder del dinero para manipular, convencer y corromper a las personas. Casa nuestra nos presenta a Luis, un ex-profesor de bachillerato que se encuentra de baja por depresión, el cual asiste impotente al modo en que sus cuñados (y sus propias hermanas) le comunican que la vieja casa de sus padres, donde él vive ahora después de cuidarlos durante años, rodeado por los libros familiares, va a ser vendida para aprovechar sus posibilidades inmobiliarias. El primer tren de la mañana explora en el mundo del ayer y de la melancolía: para conmemorar los 30 años de la época de Portacoeli, el narrador se reencuentra con Adriana, su espléndida y explosiva novia de entonces, a la que vuelve a besar y de la que se vuelve a encandilar. Pero pronto descubrirán que hay trenes que pasaron y que se perdieron en la lejanía.
Hay, desde luego, más relatos en este volumen prodigioso, pero supongo que las breves aproximaciones que dejo aquí apuntadas pueden servir para que los lectores se hagan una imagen bastante nítida del conjunto. El poeta Carlos Marzal ha sabido sumergirse en las aguas del recuerdo y en el confuso mundo de los sentimientos humanos para demostrar, machadianamente, que el ayer no está en modo alguno escrito y que la memoria es un territorio virgen del que pueden brotar aguas muy reveladoras. Escribió el novelista francés Gustave Flaubert, en una maravillosa página de su Correspondencia íntima (traducida por Emma Calatayud para Ediciones B), esta frase excelente, que viene perfecta para ilustrar el espíritu de la obra que hoy comentamos: «Viajo por dentro de mí como por un país desconocido». Estos relatos ahondan en esa línea de introspección de un modo enérgico y brillante. Y es que bucear hacia adentro y hacia atrás es siempre la espeleología más ardua y más admirable. Carlos Marzal ha ratificado con esta obra que es un maestro de la literatura y de la psicología.

3 comentarios:

supersalvajuan dijo...

Nunca he entendido la psicología.

LQVL dijo...

Pues a mí el titulo me llama mucho la atención ... Habrá que mirarlo

Gracias por la entrada. Te seguimos desde ahora

Besos
Lourdes

Hirondelle dijo...

Una obra a la que habrá que acercarse.

Gracias por la recomendación