miércoles, 18 de noviembre de 2009

Nosotros



Con la fuerza aplomada y rítmica de los endecasílabos (“El esclavo”), con la liviandad vaporosa de los heptasílabos (“Nana”) o con la mezcla fértil de ambos (“Fiestas”), el poeta Ginés Aniorte vuelve a maravillarnos en una nueva entrega literaria a la que ha puesto de título Nosotros, y que sale auspiciada por el reconocido sello Renacimiento. El resultado son noventa páginas llenas de luz, melancolía y pájaros, donde el poeta revisita zonas especialmente sensibles de su corazón, en las que nos invita a penetrar, con generosa elegancia. En la puerta nos recibe con un poema lleno de zozobra, donde se descubren dolores muy hondos que se sedimentaron en el alma del poeta. Y, a partir de ahí, los textos comienzan su conmovedor desfile. ‘El extranjero’ supone un viaje emocional a lo largo del tiempo, posando los ojos en una trilogía de arrugas: las que atesoraba primero la abuela; las que se advirtieron después en el padre; y, finalmente, las que ostenta ahora con resignada perplejidad el propio poeta, habitante desconcertado de sí mismo. ‘Las tormentas’ nos comunica el amor que desde niño ha sentido éste por los rayos, los truenos y otras manifestaciones tormentosas de la naturaleza (acaso porque —y son palabras suyas— ‘siempre vi en ellas un alma desolada semejante a la mía’). ‘Asombro’ supone toda una declaración íntima: el día —nos dice el poeta— en que deje de maravillarme por todo (por la luz del sol, por el milagroso hilo de una telaraña, por un correo electrónico que me llegue desde un amigo amado, por los sonidos que emergen de un teléfono) significará que habré perdido mi última condición de ser humano, ‘porque sólo los muertos no se asombran’. ‘Lecciones’ nos ofrece un episodio de comunión entre padre e hijo, con ambos recorriendo la sierra, y compartiendo los aromas, los colores y la maravilla estallante del mundo natural. ‘El quincallero’ vira desde la melancolía hacia el dolor amargo, reflejado en el hombre que vendía encajes. La madre del poeta, que los compraba con la sana ilusión de verlos incorporarse al ajuar de su hija, acabó luciéndolos en el triste funeral de ésta. Pero también la rememoración del pasado puede venir, no sólo cargada de melancolía, sino empapada de humor. Es lo que Ginés nos demuestra en el poema ‘La foto de boda’. ¿Y qué se podría decir de ‘Nana’, delicioso y sentido homenaje en el que el autor, rememorando las perdidas canciones de cuna con las que su abuela lo arrullaba en la infancia, le tributa el homenaje especular de este poema, nana inversa? ¿Y qué de ‘Ruinas’, reflexión amarga de un adulto que, tras observar su foto infantil con el Partenón como fondo, intuye en esa imagen una amenaza premonitoria a la que, ahora, el tiempo ha concedido firmeza? Hay quien prefiere ensimismarse contemplando el nacimiento de los ríos, porque supone que en el alboroto de la alfaguara es donde el líquido resulta más puro; hay quien, por el contrario, se extasía contemplando el delta, porque la corriente se ha vuelto sabia cuando allí arriba. Yo, sinceramente, juzgo río todo el río. Y así veo a Ginés Aniorte: río limpio desde la fuente, río brioso durante el curso, río lánguido y lleno de belleza cuando se aproxime a su tramo final. Toda su poesía es una belleza elongada, fluente, impetuosa y llena de joyerías interiores. Y Nosotros supone una nueva demostración de tal pujanza.

7 comentarios:

Hirondelle dijo...

Dónde poder leer algún poema de este autor en internet ?.

rubencastillogallego dijo...

Hirondelle, en la revista ADAMAR (www.adamar.org) publicaron hace un tiempo algunos poemas suyos. Y en la revista BAQUIANA, también (www.baquiana.com). De todas formas, imagino que habrá muchas más posibilidades. Es un altísimo poeta. Seguro que te fascina.

supersalvajuan dijo...

Pues que canten los pájaros!!!

Leandro dijo...

¿Le habrá hecho gracia a este señor que lo hayas aproximado a su tramo final así, sin preguntar siquiera?

rubencastillogallego dijo...

Ay, ¿y quiénes no estamos en el tramo final? No podemos estar seguros nunca.

Leandro dijo...

No sabemos ni el día, ni la hora, decía mi abuela. Pero lo decía con un tono que parecía como si lo supiese.

Sarashina dijo...

Qué bien que hables de este poeta, al que hace años que no oía nombrar ni he visto tampoco desde hace tiempo. Por lo que dices anda ya por las mejores alturas. Iré a la librería a ver el librico, que parece prometedor.