miércoles, 11 de noviembre de 2009

Me acuerdo de...




Todos somos, en cierto sentido, tiendas de antigüedades. Cobijamos en nuestro interior un caos tibio de amores quebrantados, amistades diluidas, paisajes que se fueron para no volver e instantes que el tiempo, esa guillotina, desbarató. Pero disponemos, a la vez, de un arma que nos permite aherrojar todas esas imágenes y retenerlas, siquiera de un modo vicario. Hablo de la memoria, ese baúl lleno de caricias, desengaños, adioses, osos de peluche, aromas de café, excursiones, zapatos viejos, músicas, anécdotas escolares, olores antiguos, caramelos de Semana Santa, fríos de Navidad y primeros cigarrillos. Miguel Espinosa, el gran Miguel Espinosa, dijo una vez que la Historia comienza cuando un día sucede a otro día; es decir, cuando el hombre “se revela como animal de memoria”. Siempre me ha fascinado esa definición con la que se abre Reflexiones sobre Norteamérica. Sí, es cierto, somos animales de memoria.
Ahora, la activa editorial Tres Fronteras, siguiendo un modelo de George Perec adaptado por Lola López Mondéjar y Alberto Soler, acaba de publicar el breve tomo Me acuerdo de..., un volumen en el que docenas de ciudadanos anónimos han ido consignando pequeños diamantes de su memoria, hasta conformar una especie de “caja negra murciana”. Desfilan por sus páginas personas que recuerdan aquellos enormes vasos de leche que era obligatorio tomar en las Escuelas Graduadas de Archena, hace medio siglo; y otras que recuerdan aún el suelo de tierra que tenía “El Tío Sentao”, las estanterías de madera que podían verse en la librería Aula, la tormenta que asoló Fuente Álamo en 1964, los viajes en vetustos R11 (cuya velocidad punta eran los 80 kilómetros a la hora), los teléfonos que funcionaban con manivela, las primeras discotecas de Murcia (Taplons y Ditirambo), el pintor José María Párraga llevando a su hija al colegio, o los chicles de bazoka... Burbujas de un tiempo que ya no está en los calendarios, pero sí en la retina emocional de miles de personas, que quieren compartir en estos renglones su particular trastero de melancolías.
Y el libro concluye dejando diez páginas en blanco, para que los lectores añadamos nuestras propias remembranzas. ¿De qué te acuerdas tú? Me acuerdo de...

3 comentarios:

Leandro dijo...

Me acuerdo de que Lola nos pidió algún recuerdo para este libro. Y me acuerdo de que yo fui incapaz de acordarme de algo... creo

supersalvajuan dijo...

Como aquel libro de Perona, que estaba en blanco entero.

Josefina dijo...

¿Cómo olvidar la discoteca “ditirambo” de Murcia? Eso es imposible para mí, pues allí conocí al que yo considero mi gran amor verdadero allá por el año 1986, una noche del entierro de la sardina, noche que no he olvidado ni jamás podré olvidar… Javier, siempre estarás en mi ser. Como tú mismo me dijiste:… HASTA SIEMPRE …