“El conde Giacomo Taldegardo Francesco
di Sales Saverio Pietro Leopardi (Recanati, 29 de junio de 1798 – Nápoles, 14
de junio de 1837) fue un poeta, filósofo, filólogo, erudito italiano del
Romanticismo”. Con estas palabras se abre en Wikipedia la pestaña biográfica de
unos de los escritores más interesantes del siglo XIX en Europa. Un hombre al
que la enfermedad no respetó (nació con una grave deformación de origen óseo y
luego padeció también de los ojos), al que el amor no galardonó nunca (se
enamoró de la forma más impulsiva de varias mujeres que no correspondieron a
sus afectos) y al que la muerte tampoco enriqueció con sus glorias instantáneas
(estuvo a punto de ser enterrado en la fosa común, tristeza que evitó su amigo
Antonio Ranieri); pero que nos dejó una obra literaria de inmensa envergadura y
delicadeza, que ha sido traducida, admirada y glosada por poetas e
intelectuales de todo el mundo, desde Juan Valera hasta Eloy Sánchez Rosillo.
Ahora, el sello madrileño Errata
Naturae, que edita obras con un primor y un gusto que son la delicia de los
amantes de los libros, ha lanzado este Diario del primer amor, traducido por
César Palma y prologado por Rafael Argullol, donde el poeta de Recanati nos
explica la pasión fulminante que sintió a mediados del mes de diciembre de 1817
por Gertrude Cassi, una joven de 26 años, casada con alguien que le doblaba la
edad. Esta bella dama encandiló al escritor, que entonces contaba con 19 años
“y medio”, como él mismo estipula con afán risible; y provocó que el muchacho
se apartase de lo que más le gustaba hasta entonces: los estudios. Llenas sus
pupilas con la belleza de la mujer, y alejado de ella, Leopardi se mostró
perezoso a la hora de seguir leyendo obras literarias (“Así como no puedo ver
bellezas humanas reales, tampoco soporto las descritas, y me empacha que otros
cuenten sus afectos”, p.29), e incluso llegó al peregrino convencimiento de que
jamás volvería a las pretéritas aficiones (“No acierto a ver cómo recuperaré el
antiguo amor por el estudio, porque creo que, una vez que pase esta enfermedad
de la mente, seguiré pensando siempre que hay algo más deleitoso que el
estudio, y que ese algo ya lo he experimentado”, p.35).
Este primer amor, galvánico, explosivo,
absorbente y platónico, hizo surgir en el alma de Giacomo las primeras
reflexiones en prosa y verso sobre las mieles de Eros, a las que tantas páginas
habría de dedicar en años posteriores... Pero duró (y esto es muy chocante) un
número muy corto de días. Dos semanas después ya manifestaba su seguridad de
haberse repuesto de este flechazo, al que le otorgó la cualidad de haber sido
la primera puerta amorosa que se abría en su corazón. No obstante, quizá lo que
más sorprende de estas páginas es la “distancia reflexiva” que Giacomo Leopardi
imprime en ellas. ¿Qué joven de 19 años “y medio” tendría la madurez de
escribir párrafos como éste: “Considero que, por mi inexperiencia, otro rostro
bello, que hubiera hablado y tratado conmigo del mismo modo, me habría
cautivado igualmente, aun cuando sus actos y sus facciones hubiesen sido del
todo diferentes” (p.42)? Incluso en medio del marasmo emocional que supone el
éxtasis del primer amor, Leopardi mantiene sus riendas sentimentales con pulso
firme, raramente maduro, extrañamente frío. Es un ejemplo notable de cómo el
pudor, la inteligencia y la contención embridan las palabras de un poeta tan
joven como consciente de su tarea.
Errata Naturae, que ya había publicado en su
colección “La mujer cíclope” obras de Michel Onfray o de Franz Overbeck,
continúa enriqueciendo su catálogo con piezas de inigualable exquisitez. Por
eso se ha situado en la primera línea de calidad dentro del mercado editorial
español.
5 comentarios:
Hola Rubén,
Qué buena recomendación, Leopardi. Y si además tiene un prologuista como Rafael Argullol, eso ya es la crème de la crème. Yo no dejo de recomendarle a todo el mundo su novela "Lampedusa" (de Argullol, quiero decir), reeditada recientemente por Acantilado. Una joya. Qué pena que libros así pasen desapercibidos.
Un abrazo fuerte,
Gonzalo
Mucha distancia reflexiva parece, sí. ¿Seguro que es un diario? ¿No serán unas memorias emboscadas?
Pinta bien!!!
Jope, Rubén, que no paras, y que no doy la ida con la venida. Hoy he recogido siete libros, siete, de teatro, para leerlos en este mes y ni un día más. No puedo seguirte, que estoy muy centrada en lo escénico. A ver si nos vemos por ahí o algo. Oye, que vi a tu santa en el periódico, y qué guapetona, al lado de todos aquellos zanguangos.
Cuando me termine los que tengo pendientes a ver si saco tiempo para este.
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