martes, 12 de mayo de 2009

El pájaro de fuego





Alexandr Nikolaevich Afanásiev (1826-1871) fue un folclorista ruso que se empeñó durante años en recopilar aquellas narraciones que, contadas de forma oral en su tierra, corrían serio peligro de perderse al cabo de algunas generaciones. Esa labor, cuya importancia los intelectuales de su tiempo se obstinaron en no entender, consumió su salud y su fortuna. Lejos de la popularidad que adquirieron otros que, en países distintos a Rusia, se empleaban en la noble tarea de rescatar sus raíces culturales, Afanásiev murió tuberculoso, en medio del desprecio y de la postergación, tras haber tenido que vender su biblioteca para comer y adquirir medicinas. De aquellos legendarios ocho volúmenes que consiguió completar (un total de casi setecientas historias) acaba de salir ahora una interesante selección de Carlos Vega que, con la traducción de Isabel Vicente, ha publicado el inteligente sello Alianza Editorial.
Allí podemos encontrar todo tipo de temas (humor, crueldad, tiranía, astucia, venganza, aventuras galantes), todo tipo de personajes (pobres campesinos ingenuos, madrastras retorcidas, niños desamparados, muertos que se aficionan a devorar cadáveres, chicas que se divierten encubriendo su identidad sexual, zares rijosos, mujeres testarudas) y todo tipo de ambientaciones (desde las palaciegas hasta las más humildes), en un corpus de deliciosa ingenuidad, donde sobresalen algunas historias por su especial valor simbólico o literario. Así, «Snegúrushka y la zorra» es una magnífica fábula para que comprendamos que no siempre este pobre animal es un representante de la astucia malévola: también puede ser la víctima de la ingratitud de los seres humanos; «Vasilisa la Bella» nos conducirá a un mundo de mágicas muñecas que cumplen los deseos de sus propietarias; «El cacharrero» nos sorprenderá con su divertida demostración humorística de que el dinero es, en verdad, el motor del mundo en que vivimos; y «El serón», con su profunda carga ideológica y su contundente mensaje moral, nos hará entender que lo que hagamos a nuestros padres (atención o desatención, cariño o desdén) nos será hecho por nuestros hijos a nosotros, en justa correspondencia.

Es siempre una gran idea que las editoriales de importancia refresquen el viejo mundo de las narraciones populares, recordándonos las más entrañables o educativas en un formato de fácil manejo. Y si lo hacen como Alianza Editorial, con un precio ciertamente asequible, el resultado es digno de aplauso y de admiración. Los casi cincuenta relatos que se ordenan en este volumen (y que, como digo, deparan a los lectores todo tipo de emociones: sonrisa, pensamiento, enseñanza o lágrimas) pueden conseguirse por ocho euros en cualquier librería. Un argumento más para no perderse esta obra.

4 comentarios:

Sarashina dijo...

No se me va a escapar esta edición. Tengo algunos cuentos de Afanasiev en antologías generales de cuentos europeos de carácter poppular, pero no una dedicada sólo a él. Fíjate, el alma rusa. Mientras los hermanos Grimm, por ejemplo, o don Juan Valera, o Emilia Pardo Bazán, en España, hacían lo mismo con apreciación y éxito, los rusos tratan de este modo a sus folkloristas más insignes. Es todo un signo. No sabía de su vida desgraciada.
Por otra parte, creo que hay que recuperar la oralidad, tanto en la familia como en los ámbitos educativos. Es uno de mis toletoles. Un abrazo, Rubén.

Rubén Castillo dijo...

Cierto, cierto. Y nosotros que somos profesores sabemos muy bien que, cuando cuentas algo con el gancho preciso, convences y hasta seduces a una cantidad de alumnos enorme. La oralidad no debe ser dejada de lado. Jamás. Mis hijos, por las noches, son la prueba: me escuchan leerles o contarles con los ojos luminosos.
Besos, princesa.

supersalvajuan dijo...

Folclorista o Folklorista?

Rubén Castillo dijo...

Pues mira, Supersalvajuan, la RAE (Real Asociación de Estultos) se inclina por la C. Cuando le pones la palabra con K les salen ronchas a los señores miembros (o les salen ronchas en el miembro a los señores).
O sea, que dejaremos que cada uno lo escriba como prefiera.
Abrazos